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EN PROFUNDIDAD - Regulación de la marihuana. ¿Luz verde?

Emilio Marfull Jiménez

Estudiante del Doble Grado en Derecho y Ciencias Políticas (UAM)

Luis Ruíz R. Pardo

Estudiante del Grado en Derecho (UAM)

1. LA PROHIBICIÓN HISTÓRICA DE LAS DROGAS. MORAL CRISTIANA Y CULTURA JURÍDICA EUROPEA.

Tradicionalmente, y salvo contadas excepciones tanto geográfica como temporalmente hablando, el estatus de las drogas en Europa ha sido la restricción cuando no la prohibición total. Unida a esta prohibición siempre ha existido un tabú social sobre el tema. Quizás es por ello que la cuestión de la despenalización del consumo de drogas tenga tantos detractores como defensores, perspectivas que en su argumentación teórica son igualmente apasionantes. Pero lo cierto es que en la práctica el consumo y el acceso a la mayoría de sustancias consideradas como “droga” por los Estados ha sido siempre restrictivo. Tan sólo unas pocas sustancias han adquirido el estatus de droga legal o “institucionalizada”, no sin pocas vicisitudes y complicaciones tanto para los Estados como para sus ciudadanos y su salud. El alcohol y el tabaco son el ejemplo paradigmático de que las sociedades humanas constituidas en Estados son capaces de tolerar el consumo público de ciertas sustancias siempre que se den ciertos presupuestos (aun con limitaciones temporales como la famosa “ley seca”, que evidenció el fracaso de la prohibición cuando es contraria a la voluntad popular). Siendo pragmáticos lo que define la “institucionalización” de una sustancia adictiva y nociva es, básicamente, un cálculo coste-beneficio en el que entran en juego valores como la salud pública, la libertad personal y, cómo no, el potencial beneficio tributario.

Si bien el estatus de las drogas varía según la zona, sustancia y momento histórico, es pertinente señalar que en la Cultura Jurídica Europea la prohibición es la norma general. Las implicaciones filosóficas de esta prohibición han sido analizadas desde diversas perspectivas. No cabe duda alguna de que la Cultura Jurídica Europea, fuertemente influenciada por el auge, la expansión y la institucionalización del cristianismo, ha encontrado en las drogas un campo del que proteger al ciudadano de sí mismo, e incluso un mecanismo de mayor control sobre las libertades del individuo. Es por ello que, a raíz de la Ilustración y el pensamiento crítico con el Antiguo Régimen, voces liberales empezarán a reclamar la no injerencia del Estado en las cuestiones de moral privada, entre las que están incluidas el consumo de drogas, y por ende pedirán la liberalización del consumo de estas sustancias. Lo cierto es que fueron voces escasas en contraposición con los defensores de un Estado paternalista en el que la salud pública estatalmente defendida y garantizada quedaba por encima del racionalismo y la información en cuanto al consumo de dichas sustancias. El Estado debía ser fuerte, un benefactor del ciudadano que, en muchos casos, no sabía muy bien lo que hacía.

Esta situación, no obstante, ha empezado a cambiar. Siguiendo el ejemplo del alcohol o el tabaco (sobre los que se considera que las sociedades modernas han adquirido un comportamiento crítico y un consumo informado), varios estados han iniciado el camino en lo que a la liberalización de algunas drogas se refiere (los Países Bajos y últimamente los estados de Washington y Colorado en EE.UU., así como Uruguay). Los fines y justificaciones de las penas y de la prohibición están siendo revisados, así como la peligrosidad de cada sustancia. Es posible que esto venga de la mano del incremento de la autonomía personal, su reconocimiento por las instituciones y su auto-consciencia por el ciudadano en las sociedades contemporáneas.

Si bien es una realidad objetiva e incuestionable que las drogas suponen un perjuicio para la salud, se empieza a poner en tela de juicio hasta qué punto es deseable que fiscalice estas cuestiones personales el Estado. A ninguna persona con mayoría de edad le resulta agradable la intromisión de sus progenitores en su vida privada. En cierta medida es cierto lo que se dijo en la Ilustración: ha llegado la mayoría de edad del ciudadano. Esto hace que éste se empiece a cuestionar tabúes presentes en la sociedad (homosexualidad, drogas, aborto, eutanasia, divorcio, etc.) y que el ciudadano se pregunte cosas. ¿Cuál es el coste de que el Estado controle decisiones que afectan, principalmente, al ámbito privado del individuo? Cada vez más ciudadanos, aun dentro de los grupos que jamás consumirían dichas sustancias, reconocen los riesgos y el coste de la vigilancia paternal del Estado sobre la salud de sus ciudadanos. Y no sólo en lo que a drogas respecta. En el punto de mira está toda la protección de la salud pública. La gestión de los servicios sanitarios públicos o la implantación de un Derecho Alimentario van por esta vía.

Últimamente diversas voces, entre las que destacan librepensadores, artistas, historiadores, políticos, celebridades e incluso organizaciones como la ONU[1] han reclamado una menor restricción y sobre todo una reducción de la punibilidad del consumo de drogas. Estas voces apuntan al fracaso de la política global antidrogas tradicional (basada en el castigo), la persistencia del consumo y la superación de un sistema que ha tenido más contras (incluida la llamada guerra contra las drogas, migración forzosa, incremento de la delincuencia… sólo por nombrar algunas) que pros.

Esta es la situación de la que partimos en este análisis y del que queremos que participe el lector.Una realidad en la que cada vez existen menos argumentos para la prohibición total, en la que la tolerancia hacia el consumo es mayor, pero en la que no se han eliminado los riesgos de una cuestión siempre peligrosa como es el consumo de drogas. Las alternativas que se plantean a lo largo de este artículo se reducen al debate entre una liberalización total y una regulación controlada de ciertas sustancias. Nos encontramos una vez más ante un ejemplo de colisión entre las perspectivas liberales y utilitaristas sobre un mismo tema. Hecha esta pequeña introducción, procederemos al análisis crítico de la situación actual (política antidrogas, tipo penal y fines de la pena). El objetivo central será dar respuesta a la siguiente pregunta. ¿Qué política sobre el consumo de drogas permite, aumentando la libertad del ciudadano, mantener unos estándares de salud pública aceptables? En definitiva, si lo que están tratando los Estados actualmente es de equilibrar dicha balanza, con este artículo esperamos incitar al lector a que desarrolle una opinión propia y crítica sobre la legalización de las drogas.

Ésta es sólo la introducción, puedes leer el artículo completo descargando el siguiente archivo en PDF: En Profundidad. Diciembre 14. Regulación marihuana

[1] UNOCD (2014). Resumen Ejecutivo. Informe Mundial Sobre Drogas. (texto completo disponible en: https://www.unodc.org/documents/wdr2014/V1403603_spanish.pdf)

15 de diciembre de 2014

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