G. Kreiman. ''El fin de una era. El inicio del post-kirchnerismo''
Guillermo Kreiman Seguer
"¡Argentinos! ¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal". José Ortega y Gasset, 1939.
Argentina se adentra en un punto de inflexión que marcará un antes y un después en la prolífica y extensa historia política de la nación. Tras casi doce años de mandato de la dinastía kirchnerista, y por mandato expreso de la Constitución, esta era toca a su fin. El próximo 25 de octubre los argentinos están llamados a las urnas para decidir la nueva cara que presidirá la Casa Rosada, para lo cual se barajan diversos nombres con afinidades políticas sustancialmente alejadas. El futuro y el devenir del país está en manos de los electores, y el giro hacia un cambio radical en la política o una apuesta por el continuismo kirchnerista es la gran cuestión que planea sobre todo el territorio nacional. Con Massa y Scioli como principales favoritos en las encuestas, y el tándem Macri-Carrió en la recámara, se presenta un tiempo de campaña electoral donde se tendrá como principal debate de fondo el desarrollo y evolución de las políticas kirchneristas durante los últimos doce años. Pero, ¿de dónde viene el kirchnerismo? ¿Cómo nació? ¿Cuáles fueron sus bases de actuación durante todo este tiempo? ¿Nos encontramos realmente ante una década ganada? En base a estas preguntas y manteniendo como telón de fondo cuál será el futuro del país, pretendo analizar los aspectos claves de la política llevada a cabo durante este período que ha conseguido polarizar a toda la sociedad argentina, como pocas veces había ocurrido en la historia del país.
Lo primero que tenemos que establecer es que no podemos concebir el nacimiento del kirchnerismo sin antes conocer la convulsa situación que asoló a la Argentina durante los primeros años del S.XXI. Tras la crisis económico-social de finales de 2001, con Fernando De la Rúa escapando en helicóptero de la Casa Rosada y con cinco presidentes de Gobierno en un plazo de dos semanas[1], el país se encontraba en una situación de extrema urgencia. Por aquellas fechas de 2001, ya incluso en el mes de mayo, antes del comienzo de las revueltas conocidas por algunos sectores como ''El Argentinazo'', un total del 35,15% de la población urbana (alrededor de 11,8 millones de personas) se encontraba por debajo del umbral de la pobreza[2]. A su vez, el desempleo tocaba un techo histórico con un 21,5% de la población (a unos puntos del avergonzante nivel de desempleo existente en España en la actualidad) y la fuga de capitales ascendía a 81.800 millones de dólares. Todo este conjunto de hechos llevó a una situación muy temida en los últimos tiempos en Europa, el llamado ''corralito'', un hecho que cabe resumirse en que se da una situación tan poco realista como que los ciudadanos no podían sacar sus propios ahorros de los bancos, y que tuvo como principal consecuencia numerosos disturbios en todo el país que dejaron la más que dramática cifra de 39 muertos, entre ellos 9 menores de edad. Aquel mes de diciembre se llenó de gritos y cacerolazos contra un hartazgo frente al que uno no podía ser capaz de quedarse mudo. El granero del mundo estaba siendo comido por la miseria y por el hambre.
Tras el corto período de gobierno de Eduardo Duhalde, en la presidencia desde el 2 de enero de 2002, se convocaron elecciones presidenciales para el mes de abril de 2003. En éstas, Carlos Saúl Menem, antiguo presidente de Argentina durante los años 1989 y 1999, ganó la primera vuelta[3] con un 24% de los sufragios, seguido de Néstor Kirchner, gobernador de Santa Cruz. En los siguientes puestos acabaron López Murphy, Rodríguez-Saa y Elisa Carrió.
Días antes de la celebración de la segunda vuelta, programada para el día 18 de mayo, de forma sorpresiva e inesperada, el ex-presidente Ménem, con todas las encuestas electorales en contra, decide no presentarse a esta segunda vuelta de las elecciones para presidente de la nación. Así, y de esta forma un tanto atípica y rocambolesca, Néstor Kirchner accedía a la presidencia de la Argentina.
Daba así comienzo el período de la dinastía Kirchner, comandada por Néstor y Cristina, en el poder de la República Argentina desde mayo de 2003 hasta finales de 2015. Más de una década más tarde, toca hacer balance de todo lo que han supuesto estos doce años de gobierno kirchnerista, que para algunos, tal y como expuso el ''oficialismo'' en 2013, supuso una década ganada.
La llegada al poder de Néstor Kirchner se vio dificultada tanto por la escasa legitimidad democrática recibida por su proyecto (22% de los votos en la primera vuelta) como por la difícil premisa ante la que se encontraba el santacruceño de levantar un país sumido en la pobreza y con cuantiosos compromisos financieros a cumplir con el Fondo Monetario Internacional. La gestión de Kirchner durante los años en que se mantuvo en el poder tuvo numerosos aspectos positivos. Entre 2003 y 2007, se inició un proceso de cambio y estabilidad que trajo consigo una negociación y reducción de la deuda externa,; un aumento constante y creciente del PIB (que durante los dos últimos años de mandato oscilaba entre un 8% y 9% anual) basado principalmente en el exorbitante desarrollo de las exportaciones en el negocio de la soja, en el repunte de la economía internacional y en el abandono de la convertibilidad llevada a cabo por Duhalde a principios de 2002; un descenso en el desempleo del 17,3 % del año 2003 a un 8,5% de finales de 2007; la defensa de los Derechos Humanos con la reapertura de las causas judiciales contra los crímenes de la dictadura militar; el impulso de un bloque común en materia de política exterior junto con el resto de países de Latinoamérica, etc.
Sin embargo, no todo fueron noticias buenas durante el mandato de Néstor Kirchner. Sus oscuros negocios en Santa Cruz; la demagogia populista alejada de la realidad política; la falsificación de los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (el equivalente al INE español); el elevado nivel de inseguridad y violencia en las calles; las claras deficiencias y la falta de impulso de la renovación del sistema de transportes; así como el interminable problema de la inflación que lleva años asolando a la Argentina, fueron el foco de críticas recibidas por el ex-presidente de la nación.
Más allá de consideraciones de carácter subjetivo acerca de los logros y resultados durante este período, podemos concluir que el mandato de Néstor Kirchner trajo cierta estabilidad y crecimiento económico para un país que a finales del año 2001 se encontraba cercado por el caos, el hambre y la pobreza.
Llegados a 2007, se celebraron elecciones presidenciales y legislativas en el mes de octubre, con la esposa del presidente, la señora Cristina Fernández de Kirchner como candidata del Frente para la Victoria (alianza electoral creada en 2003 y que aglutina a las diversas fuerzas kirchneristas). En ellas, Cristina arrasó en las urnas con un 46,29% de los votos, superando ampliamente a Elisa Carrió, que obtuvo un 23,04% de los votos, y a otros aspirantes a la presidencia como el ex-ministro de Economía Roberto Lavagna o Alberto Rodríguez Saá[4], gobernador de la provincia de San Luis entre 2003 y 2011. Así daba comienzo el período de Cristina Fernández al mando de la nación argentina.
Antes de hacer un análisis de las características que han marcado los años de Cristina en el poder, continuadora fiel de las reformas iniciadas por Néstor años atrás, es necesario remarcar un hecho que marcará la vida política y personal de la actual presidenta. Durante su tercer año de mandato, de forma totalmente inesperada, concretamente el día 27 de octubre de 2010, su marido Néstor Kirchner fallecía en Calafate (Patagonia) como consecuencia de un paro cardio-respiratorio. Así, Cristina Fernández se aventuraba al mando de la nación en soledad, sin la compañía del que se dice que seguía a cargo de los asuntos más importantes dentro del territorio nacional. La trágica muerte de su marido fue clave para la reelección de Cristina como presidenta en las elecciones de 2011, ya que permitió la reconciliación con una opinión pública dividida debido a los numerosos enfrentamientos con ciertos sectores de la sociedad, como el agropecuario, así como aquel que se dio meses más tarde con el grupo Clarín, uno de los grupos de información más duros con el kirchnerismo. Sin embargo, unido al sentimiento y la conmoción ante este hecho, también resultaron clave para la reelección de Cristina la rápida recuperación de la economía entre 2009 y 2010 (pasando de una disminución de un -3% anual del PIB a un crecimiento de +8% en tiempo récord) así como las numerosas políticas sociales y redistributivas llevadas a cabo por Cristina. Con todo esto, el día 23 de octubre de 2011, Cristina Fernández de Kirchner volvió a ganar las elecciones presidenciales, esta vez con un 54,11% de los votos, frente al triste 16,81% de Hermes Binner, líder del Frente Amplio Progresista, segundo en las elecciones, y frente a otros candidatos como Raúl Alfonsín[5], Alberto Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, Jorge Altamira y la incansable Elisa Carrió.
Como se ha comentado, las políticas llevadas a cabo por Cristina han supuesto un continuismo y un desarrollo de las bases sentadas por Néstor años atrás. Como hechos más relevantes de la política cristinista cabe destacar la continuación en la reducción de la deuda pública a un 41,5% del PIB en 2013, frente al 166% del PIB que suponía en 2002 (aquí en España seguimos hundidos con una tasa de deuda pública que va a llegar al 101,7% del PIB según los PGE de 2015); la clara disminución de la desocupación, pasando de un 17,3% en 2003 a un 7,5% en 2014; el continuismo en la política social, de reinserción y de redistribución ; el aumento del gasto social (concretamente en un ámbito clave como es la educación se pasó de un gasto del 1,2% del PIB a un 6%); la condena de los crímenes de la dictadura y el enjuiciamiento de los responsables de aquellas atrocidades; la escasa afectación de la crisis económica mundial de los años 2008 y siguientes; así como el afianzamiento de las relaciones exteriores con los líderes del bloque latinoamericano.
A pesar de todo ello, no son pocas las voces críticas que claman contra las acciones de Cristina. Las críticas contra la presidenta de la nación se han centrado principalmente en la manipulación de los datos de inflación del INDEC (según consultoras privadas, el año 2014 acabó con una inflación del 38,5%[6], mientras que el INDEC establece que fue de alrededor un 23,9 %, frente al 10,9% y 10.8% oficial de años anteriores) ; los casos de corrupción sacados a la luz por célebres periodistas como Jorge Lanata; la forma en la que se han llevado a cabo las negociaciones con los conocidos como ''fondos buitre''; el déficit de las inversiones extranjeras en el país; la fuga de capitales; el elevado nivel de economía sumergida; los rumores, ya acallados, acerca de un posible cambio de la Constitución para ser reelegida por una tercera vez[7]; la inviabilidad del sostenimiento de empresas nacionalizadas como Aerolíneas Argentinas; así como la elevada inseguridad que se vive en todo el país, un hartazgo que llevó a los ciudadanos a los conocidos popularmente como'' linchamientos''[8].
Sin embargo, la gota que ha colmado el vaso ha sido la imputación de la presidenta de la nación en el Caso Nisman, acusada de encubrimiento de los terroristas del atentado de la Amia ocurrido en 1994, el cual causó 85 muertos y 300 heridos y que supuso el mayor ataque contra la comunidad judía a nivel mundial desde la barbarie de la Segunda Guerra Mundial. Este caso ha polarizado aún más a la sociedad argentina, una sociedad que se encuentra incrédula y clama justicia por Nisman, el fiscal que hace poco más de dos meses fue encontrado muerto en circunstancias cuanto menos sospechosas justo el día antes de presentar una denuncia contra la Presidenta ante la Cámara de los Diputados por el presunto encubrimiento de estos hechos. Finalmente, para desconsuelo de muchos y alegría de otros, Cristina no tendrá que sentarse en el banquillo tras la desestimación por parte del juez Daniel Rafecas de la denuncia presentada por el fiscal Gerardo Pollicita.
Por si esto no fuera bastante, otro hecho crucial se aproxima para la política argentina en los próximos meses. Durante el mes de octubre de este mismo año, concretamente el domingo 25, los más de 30 millones de argentinos con derecho a voto saldrán a las urnas a decidir al sucesor o sucesora de Cristina Fernández de Kirchner. ¿Cuál será la vía por la que optará el país tras la finalización del mandato de la presidenta?
El país se adentra en el post-kirchernismo, una etapa donde se decidirá si continuar con el proyecto K o dar un cambio radical al rumbo de la nación. Tras las aplastantes victorias del kirchnerismo desde la llegada de Néstor al poder y la más que dividida y falta de apoyo oposición argentina, nos adentramos en un espectro de diversidades ideológicas entre las cuáles los argentinos tendrán que poner su confianza para un nuevo proyecto de país o para seguir con las bases kirchneristas.
Dentro del FPV (Frente para la Victoria, partido de agrupación del kirchnerismo), que tiene en las encuestas una estimación de voto de entre un 27% y un 30%, se postula como máximo favorito el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. Nos encontramos en este caso ante un proyecto continuista con las políticas kirchneristas y que permitiría a Cristina seguir jugando un papel a la sombra en la toma de decisiones del país, tal y como se dice que hacía Néstor durante su primer mandato. Incluso se ha llegado a rumorear acerca de la posibilidad, alentada por La Cámpora [9] de presentar como candidato del partido oficialista a Máximo Kirchner, hijo de la actual presidenta. Sin embargo, y con el paso de los meses, se ha ido diluyendo poco a poco esta idea que, cuanto menos, cabe calificar como extravagante.
Como principal contrincante del FPV, nos encontramos con otro partido peronista, esta vez en una rama más cercana al centro y al centro-derecha del mapa político (contra el centro-izquierda del Frente Para la Victoria) que, en este caso, presenta a Sergio Massa como su cabeza más visible, el Frente Renovador. Entre estos dos partidos se disputarán la hegemonía del electorado afín al peronismo [10], que se dividirá entre el mantenimiento de la hegemonía kirchnerista o una vía para el cambio del modelo bajo la figura de Massa, que formaba parte del Frente Para la Victoria, y que decidió romper con el kirchnerismo en el año 2009. Massa ya derrotó con amplitud al frente kirchnerista en las elecciones legislativas de 2013, donde ganó en Buenos Aires con un 43% de los votos frente al 33% del Frente para la Victoria. En las últimas encuestas, podemos observar cómo Massa se afianza como principal favorito para ser el próximo inquilino de la Casa Rosada con una estimación de voto entre un 30% y un 32%, muy cercano a la estimación obtenida por Scioli. Desde el Frente Renovador se aboga por un vuelco a las políticas kirchneristas, siempre con el peronismo de fondo y planteando un refuerzo en la seguridad vecinal, la creación de una oficina anticorrupción a nivel nacional, así como diversas medidas de estimulación de la economía.
Por otra parte, y más allá de la ideología peronista, nos encontramos con dos partidos rupturistas que presentan diferentes señas de identidad, pero con el mismo objetivo de acabar con el dominio de las políticas kirchneristas imperantes desde hace 12 años.
Fundado como partido en 2010 y enraizado en sus bases liberales, el PRO (Propuesta Republicana) se ha visto reforzado por el acuerdo llegado tanto con la Unión Cívica Radical[11] (UCR) como con la incombustible Elisa Carrió, que competirá en las primarias del partido frente a Mauricio Macri, ex presidente de Boca Juniors, actual jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el representante más visible del partido, así como con Ernesto Sanz, presidente de la UCR . Duros críticos de las políticas llevadas a cabo por el Gobierno K, promulgan la necesidad de un cambio que acabe con el clientelismo y la corrupción existente en el país y que devuelva la seguridad a unas calles asoladas de violencia. Si analizamos las últimas encuestas, la estimación de voto del PRO ronda el 23,1%.
Por último, como contraposición al PRO, y con una base socialdemócrata, nos encontramos con el FA-Unen (Frente Amplio UNEN), una agrupación de partidos socialistas claramente debilitada tras la confluencia de la UCR con el PRO, así como por la decisión de Elisa Carrió de ir a las primarias de este partido. Dejando a un lado las voces que abogan por su más que posible disolución, el FA-Unen tendrá que elegir como próximo líder, previsiblemente, entre Margarita Stolbizer, diputada de la Nación, y Fernando Solanas, senador nacional. El partido se ha visto muy perjudicado en las últimas semanas tanto por el abandono de la UCR como por la decisión de no presentarse a las primarias de Hermes Binner, segundo en las anteriores elecciones presidenciales. Sus planteamientos socialistas promulgan la necesidad de acabar con la elevadísima inflación, impulsar una reforma tributaria, y numerosas propuestas para acabar con la incesante corrupción que campea a sus anchas por todo el país. Las últimas encuestas le dan alrededor de un 10% en estimación de voto.
Y en base a estos nombres, los ciudadanos de todo el país tendrán que decidir cuál es el modelo de país que quieren para las futuras generaciones. ¿Conseguirá Massa arrebatar el poder al kirchnerismo como ya hiciese en las elecciones legislativas de 2013? ¿Se mantendrá el FPV en el poder y se presentará Cristina para ser reelegida otra vez presidenta del país en las elecciones de 2019? ¿O conseguirá una victoria la confluencia formada alrededor del PRO para dar un vuelco radical a las políticas actuales?
En cualquier caso, pase lo que pase en los próximos meses, hay algo que no podemos olvidar, y es la canalización en la figura política de la sociedad existente. El problema imperante no sólo se soluciona con un lavado de cara de los representantes públicos, hay que empezar por un cambio social. El modelo político o los programas electorales resultan ser indiferentes para que acaben los problemas que asolan a la sociedad. Se evidencia la urgencia de un cambio real y efectivo, un necesario e inmediato cambio en las formas de actuación y en las estructuras de comportamiento en las que se radican las relaciones sociales. Ese es el primer y principal problema de nuestro país.
''Que se pierdan cien gobiernos, pero que se salven los principios'' decía en 1916 Hipólito Yrigoyen, antiguo presidente de la República Argentina. Hoy difícilmente puede decirse que queden principios que salvar. Los principios han quedado hundidos y superpuestos a una icónica imagen de justicia. Lo artificiosamente justo rompiendo con las bases de la convivencia, esa es la visión existente en una mirada a larga distancia. Es cierto que nos encontramos en un momento de transición en el que es inevitable el fin de ciclo de una imagen y de un modo de hacer política, cualquiera que llegue al poder no tendrá el carisma y la peculiaridad de la actual presidenta, ese es un hecho indiscutible. Pero el cambio real y necesario no va a venir por un cambio de siglas o por un lavado de cara. El cambio social ha de ser mucho más profundo, la mentalidad del argentino tiene que dar un vuelco de forma radical. Ha de darse un nuevo sentido al sentimiento argento, ese amor por la patria[12] que recorre el país de una punta a la otra. No debería quedarse este amor en las banderas colgadas en los balcones de cada casa, en las celebraciones de los éxitos deportivos o en las canciones a próceres como Manuel Belgrano o San Martín que cantan los niños cada mañana. ''Al gran pueblo argentino salud'' resuena el himno en cada acto de renombre. El orgullo con el que se llevan los colores del país no debería basarse sólo en la pelota de fútbol, en la gambeta del que lleva el 10 a la espalda, o en el número de mundiales ganados. El orgullo debería residir en la celebración de la igualdad de oportunidades, en el estado de derecho, en la seguridad, en el reconocimiento de la consecución de un país próspero y desarrollado. Cambiemos el rumbo y creemos una ciudadanía cuyo amor por la patria se base en evitar el fraude impositivo, en la creación de conciencia en la gente de que defraudar a la hacienda pública repercute en el bienestar social y en el conjunto de todos. Aumentemos para ello el número de inspectores y controladores fiscales que sea necesario. No puede ser que el número de trabajadores ''en negro'' llegue al 33,6% según indican fuentes oficiales como el INDEC. Eso es algo inconcebible e incongruente con las consignas patrióticas que se ven constantemente por las ciudades; basemos este nuevo patriotismo en la defensa de nuestros conciudadanos, la seguridad en las calles es una de las bases para el desarrollo de la vida en un entorno democrático y de derecho. El miedo no puede limitar las libertades que tanto han costado conseguir a nuestros padres y abuelos, no podemos vivir con el temor de salir a la calle. Consigamos un cuerpo de fuerzas de seguridad que no esté marcado por la corrupción, el chantaje y las torturas, evitemos la impunidad de los delincuentes imponiendo las penas establecidas en el ordenamiento jurídico. Sé que no es fácil, pero empecemos por asegurar un poder judicial totalmente independiente del poder ejecutivo, Montesquieu está desangrándose bajo nuestros pies viendo la situación actual; renovemos este sentimiento por proseguir con la reducción de la desigualdad, con la promulgación y el establecimiento de un verdadero estado del bienestar donde haya una igualdad de oportunidades real entre los diferentes estratos de la sociedad, con la continuación de los juicios contra los crímenes de la dictadura, con la lucha contra el narcotráfico, acabemos por favor de forma implacable con la corrupción, que esto ya es inaguantable. Y ya sí, y de una vez por todas, reclamemos un gobierno transparente y limpio, vamos a ponernos duros e inquisitivos, hagamos un ejercicio colectivo de unidad y fortalecimiento político donde consigamos que aquel que nos represente en las instituciones públicas sea un ejemplo de comportamiento, un modelo para la sociedad. Sepamos elegir, elijamos con cabeza, construyamos un nuevo país desde una renovación de nuestras bases democráticas, desde las convicciones básicas de la vida en sociedad. Y este cambio empieza desde la educación en los más jóvenes, inculquemos esos valores de unidad, transparencia y democracia desde que entramos por la puerta del colegio. Ejemplifiquen ustedes padres con su actitud a sus hijos. No permitan coimas o chantajes, luchen contra ello, denuncien, actúen y sean modelo de ciudadanía ante el resto. El futuro, nuestros hijos y sus nietos nos lo agradecerán.
Y es que a pesar del inconformismo, del descontento y la apatía, de la distancia y la ingratitud, la esperanza de un futuro mejor para los nuestros sigue intacta. La esperanza de una nación próspera y desarrollada, por los sentimientos que aún tenemos por aquellos que se encuentran en la lejanía. Sufrimos por la Argentina y por su pueblo, por eso es atroz nuestro querer. Ese es el atroz encanto de ser argentinos.[13]
Notas
[1] Así es, compartieron este honor junto al mencionado líder de la Unión Cívica Radical los señores Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saa, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde
[2] http://www.lanacion.com.ar/1068433-ya-hay-tantos-argentinos-pobres-como-en-2001
[3] Para conocer más acerca del sistema electoral argentino: http://cippec.org/oear/sec_reglas/index.php
[4] No confundir con Adolfo Rodríguez Saá, nombrado anteriormente como uno de los 5 presidentes que tuvo la Argentina a finales de 2001
[5] Hijo del ex-presidente de la República Argentina durante 1983 y 1989
[6] http://www.lagaceta.com.ar/nota/626310/economia/inflacion-argentina-entre-mas-altas-mundo.html
[7] La Constitución impone un límite de dos mandatos seguidos de cuatro años cada uno - Artículo 90 Constitución Argentina: ''El presidente y vicepresidente duran en sus funciones el término de cuatro años y podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un solo período consecutivo. Si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente no pueden ser elegidos para ninguno de ambos cargos, sino con el intervalo de un período.''
[8] La ciudadanía, ya harta de tanta inseguridad en las calles, decidió tomarse la justicia por su mano y cuando sufrían un robo, se encargaban entre varias personas de golpear, incluso hasta la muerte, a aquella persona que lo hubiese cometido. Como mero ejemplo: http://www.lanacion.com.ar/1679169-se-produjeron-tres-nuevos-linchamientos-en-santa-fe
[9] Las ''juventudes'' del kirchnerismo, con un gran poder e influencia en todo el país y de donde han salido numerosos altos cargos del Gobierno, como el actual Ministro de Economía Axel Kicillof
[10] Para una breve y simple aproximación al peronismo, véase: http://es.wikipedia.org/wiki/Peronismo
[11] Histórico partido progresista fundado en 1891, cuyos máximos exponentes han sido figuras como Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Arturo Frondizi o Raúl Alfonsín.
[12] Sin entrar en consideraciones subjetivas acerca de las bondades y/o los problemas de los nacionalismos, partiendo simplemente de la base de que es una realidad existente e imperante en la Argentina.
[13] Ref. Marcos Aguinis 2001.