M. Dumont. "El drama de los rohingyas: Apartheid en Asia"
Malembe Dumont Copero
Hoy a nadie le pasa inadvertida la difícil y grave situación de los rohingyas, sobre todo después de los recientes acontecimientos que pusieron la voz de alarma en el ámbito internacional. Al menos 300 musulmanes rohingyas, que se encontraban a la deriva en el mar de Andaman aproximadamente desde marzo de este año, clamaban ayuda para llegar a Malasia. Sin embargo, han sido rechazados una y otra vez por éste y los países colindantes de Indonesia o Tailandia. Pero, ¿quiénes son? ¿Cuál es el origen de su dramática situación? Empezaremos desde el principio.
Foto: Un grupo de mujeres rohingyas espera para recibir ayuda de la ONG taiwanesa Fundación Budista Tzu Chi en el campo de Bayeun, en Acedh (Indonesia). Carlos Sardiña Agache/ Yayasan Geutanyoe- A foundation for Acedh.
Los Rohingyas, también conocidos como Ruaninggas, son un grupo étnico indo-árabe concentrado entre el Estado de Rakhine y Myanmar, aunque también se sabe de la existencia de personas de la misma etnia en el norte de Arabia Saudí, Pakistán, Tailandia, Malasia, Europa, Norte América, Emiratos Árabes, Australia y Nueva Zelanda. De los aproximadamente 3,5 millones de rohingyas existentes a nivel mundial (a fecha de 2012), 800.000[1] viven en la zona que vamos a estudiar, por lo que es un volumen bastante amplio. Pero, conozcamos primero su historia.
El origen de su nombre ha sido y es objeto de grandes disputas. Los teóricos rohingyas han desarrollado varias teorías. Una de ellas afirma que el nombre rohingya deriva de la palabra árabe raham, cuyo significado es “simpático”; otros dicen que los rohingyas son descendientes de inmigrantes desde Ruha en Afganistán; o que el nombre viene de Mrohaung, apelativo de un viejo rey de Rakhine convertido a Rohang y finalmente Rohingya. Por su lado, los historiadores de Bamar afirman que el nombre no aparecería hasta 1950 cuando se les definió como inmigrantes musulmanes bengalíes que se habrían establecido en la región de Rakhine durante el periodo colonial. Es sobre esta disputa etimológica en lo que se va a fundamentar su difícil situación actual [2].
Casi inmediatamente después de que Birmania obtuviese la independencia de Reino Unido en 1948, tuvo lugar un aumento de la tensión entre los rohingyas y la población local rakhine en Arakan. El origen de esta situación está en las afirmaciones del gobierno de Birmania acerca de que los rohingyas eran inmigrantes llegados del subcontinente indio, en fechas relativamente recientes, y que por ende la constitución birmana no los incluía en la lista de grupos indígenas con derecho a la nacionalidad. Esta actitud les marginó por completo, dificultando así su acceso a los servicios más básicos “educación, ámbito social y sanitario” [3].
En marzo de 1948 las autoridades de inmigración de Birmania lanzaron la operación “Nagamin sit sin Yay” (Operación Rey Dragón), que tenía como objetivo exterminar a aquellos individuos que viviesen en la frontera, así como emprender acciones represivas contra los extranjeros, eligiendo a los rohingyas como blanco de sus acciones, por no ser considerados como ciudadanos. A partir de ese momento se llevaron a cabo cantidades enormes de expulsiones y persecuciones en julio de 1978, produciéndose así una estrategia de huida masiva de los rohingyas hacia Bangladesh. Los enormes desplazamientos hacia este país generaron tensiones con Birmania, situación que produciría una llamada desesperada de la empobrecida nación receptora para que tuviese lugar una intervención urgente de la ONU. Como ambos países no pertenecían (y no lo han hecho después) a la Convención de la ONU sobre el estatuto de los refugiados (1951), se realizó un pacto de repatriación, de modo que 180.000 personas regresaron a Birmania [4].
A pesar de la estancia de ACNUR la discriminación continúo y en 1982 una nueva ley de ciudadanía establecería tres clases de ciudadanos, aunque para los rohingyas seguiría siendo sumamente difícil acceder a alguna de ellas. Durante los años 90 las idas y venidas a las que eran expuestos, escapando de un sitio y de otro, continuaron sin cesar. Desde que ACNUR se estableció en el norte del Estado de Rakhine, se llevaron a cabo numerosos proyectos que tenían como objetivo facilitar la reintegración de estos grupos y mejorar la infraestructura básica de los campamentos. Además, se entablaron diálogos con cada uno de los diferentes niveles de gobierno de Myanmar, presionándoles, por un lado, para que se ocupasen de la cuestión de su ciudadanía, por otro, para se pusiese fin a las prácticas persecutorias [5].
Sin embargo, hoy los rohingyas siguen siendo un asunto de auténtica preocupación internacional. Ha sido necesaria la atención de los medios de comunicación para que los gobiernos involucrados se avergüencen. Resulta llamativo que hasta la Nobel de la Paz, Aung San Sukyi, se haya desentendido del problema afirmando que son extranjeros y también repudiados por otros musulmanes en Myanmar, por lo que no es solo el ser musulmanes lo que produce ese rechazo. A pesar de que habitasen durante varios siglos en Myanmar, ya que los rohingyas son descendientes de comerciantes árabes, en la práctica no tienen de Estado, básicamente debido a que no han podido acreditar que estuviesen ahí antes de la primera guerra contra los ingleses (1823), tal y como exige la ley birmana [6].
La difícil situación de los rohingyas abre la puerta a varios debates:
La etnicidad y la máxima de “divide y vencerás”:
Tal y como nos cuenta John Lonsdane, entre las diferentes concepciones que se han dado a los largo de la historia sobre la etnicidad, se encuentra aquella que argumentaba que "esta podía ser fomentada por el Estado”[7]. A partir de los sesenta la tribu se transformó prácticamente en un invento colonial; de hecho, algunos estudiosos llegaron a afirmar que las tribus fueron creadas por una política deliberada de "divide y vencerás”. Básicamente, los colonos europeos despertaron lealtades locales, inventaron lenguas y crearon identidades, por lo que el tribalismo se convirtió en un instrumento estratégico de dominación [8].
Ese despertar de lealtades locales e invención de identidades no fue solo una práctica en la región del África subsahariana, prueba de ello es que durante la etapa colonial los ingleses utilizaron la técnica del divide y vencerás, enfrentando a los rohingyas contra el resto de la población budista de la colonia. Cuando tuvo lugar el fin de la Segunda Guerra Mundial los rohingyas buscaron una unión con Pakistán, cuestión que sería un auténtico fracaso. Tras ello buscaron crear un movimiento yihadista que tenía por objetivo tanto afectar a la estabilidad del gobierno central, como obtener la independencia o por lo menos un mayor grado de autonomía, así como el respeto de sus creencias y tradiciones [9].
La idea de Estado como monopolio de la forma de organización política de las diferentes naciones.
Para César Altamira “el Estado es una relación social que existe bajo la forma de algo separado de las relaciones sociales como forma fetichizada” [10]. Esta perspectiva nos permite analizar la unidad entre Estados y de este modo superar la visión autónoma de las relaciones sociales [11]. Por otro lado, abre el debate sobre la existencia del Estado-nación como única forma de organización política de los pueblos. De la misma manera que el Estado depende del desarrollo de la actividad capitalista en el interior de sus fronteras, también, y a partir del principio de las nacionalidades establecido con los 14 puntos de Wilson, se reconoce a las personas como miembros de un determinado territorio, en este caso llamado nación. Territorio que a su vez, y desde el surgimiento del Estado social de derecho, deberá ocuparse de ofrecer una serie de prestaciones sociales, económicas y políticas (hoy conocidos como derechos de segunda generación), consideradas como básicas para el desarrollo de una vida digna. Este principio de las nacionales ha sido y es muy cruel con aquellas personas que por no encajar en un determinado territorio, son perseguidas, expulsadas o exterminadas. Si lográsemos entender el Estado no como una unidad aislada, sino como un Todo, no habría apátridas, y por tanto, no habría personas que careciesen de protección en sus derechos fundamentales por parte del Estado.
En el caso de los rohingyas esta situación de apátridas se acentúa con las actuaciones de persecución llevadas a cabo por parte del estado, estableciendo una situación de apartheid, demostrando que este tipo de actuaciones no solo se han llevado a cabo en África, sino también en Asia. Más de 1,3 millones de personas de esta etnia viven en condiciones de discriminación racial, especialmente en Rakhine, aunque es cierto que tampoco se le reconoce en Bangladesh.
El tribalismo y la corriente del nuevo barbarismo.
Ciertas ONGs de derechos humanos acusan a Myanmar de alentar la lucha entre la mayoría budista y la minoría rohingyas en una campaña de “limpieza étnica”. La teoría del nuevo barbarismo, o nuevo racismo, entiende que las luchas étnicas son inevitables, por ser bárbaros y salvajes, con culturas dispares, y que por ello no se debe ni se puede intervenir debido a que esto no supondría ningún cambio. Es cierto que el conflicto de los rohingyas se ha convertido en una auténtica persecución, pero que los medios de comunicación presenten este drama como un conflicto étnico, solo justifica la ausencia de una intervención total y efectiva por parte de la comunidad internacional. Ya habíamos visto cómo los medios de comunicación utilizaban este discurso en Ruanda, no produciendo pero sí favoreciendo que tuviese lugar un fatal genocidio.
Foto: International Association for Political Science Studies
La ONU considera a los rohingyas uno de los pueblos más castigados del mundo y no es para menos. Dentro de este conflicto los traficantes están jugando un papel destacado en la huida desesperada de aquellos que buscan una salida a su situación de pobreza y/o persecución, ofreciéndoles ilusoria esperanza de una vida mejor. De esta manera más de 120.000 rohingyas han escapado de Myanmar desde los enfrentamientos acontecidos en 2012, dejando a más de 200 muertos por el camino. De hecho, la crisis actual ha tenido lugar por la lucha que al fin han decidido llevar a cabo las autoridades tailandesas contra las mafias de traficantes de seres humanos, después de que se les acusase de colaboración. La situación de los rohingyas es grave tanto dentro del territorio del cual escapan como fuera. La policía ha llegado a encontrar incluso campos, con numerosas fosas, donde los inmigrantes se hacinaban sin saber el destino que les esperaba. Con la imposibilidad de desembarcarles ahí, los traficantes les abandonaron en medio del mar a la deriva [12].
Su drama nos recuerda, sin lugar a dudas, a las tragedias que de forma sistemática se producen en el Mediterráneo con los inmigrantes ilegales procedentes de África y que llegan a Europa huyendo de la guerra, la persecución, la violencia o la miseria. Quedamos expectantes de las posibles soluciones que se deben y puedan tomar ante la dramática situación de los rohingyas, a pesar de que por ahora, aunque escandalosamente, las autoridades birmanas rechacen cualquier tipo de diálogo que tenga que ver con las personas de esta etnia, otorgarle la ciudadanía o calificar su situación como parte de una crisis humanitaria [13].
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[1] James B.Minahan, “Ethnic Groups of South Asia and the Pacific: An Encyclopedia” (ABC-CLIO, 2012), 273.
[2] James B.Minahan, “Ethnic Groups of South Asia and the Pacific: An Encyclopedia”, 274.
[3] Acnur, “La situación de los refugiados en el mundo: cincuenta años de crisis humanitaria” (Icaria Editorial, 2000), 85.
[4] Acnur, La situación de los refugiados en el mundo: cincuenta años de crisis humanitaria, 85.
[5] Acnur, La situación de los refugiados en el mundo: cincuenta años de crisis humanitaria, 85.
[6] Rohinyá, el drama de los apátridas, http://www.publico.es/internacional/rohinya-drama-apatridas.html, publicado el 25 de mayo de 2015, consultado el 04 de agosto de 2015.
[7] John Lonsdale, “Etnicidad moral y tribalismo político” (Barcelona: CEA. Centre D´Estudis Africans, 2000), 41-2.
[8] John Lonsdale, “Etnicidad moral y tribalismo político”,41-2.
[9] Rohinyá, el drama de los apátridas, http://www.publico.es/internacional/rohinya-drama-apatridas.html.
[10] Cesar Altamira, “Los marxismos del nuevo siglo” (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2006), 244.
[11] Cesar Altamira, “Los marxismos del nuevo siglo”, 244.
[12] Rohinyá, el drama de los apátridas, http://www.publico.es/internacional/rohinya-drama-apatridas.html.
[13] Rohinyá, el drama de los apátridas, http://www.publico.es/internacional/rohinya-drama-apatridas.html.
Sobre la autora:
Malembe Dumont Copero es estudiante de Ciencias Políticas en la UAM. Viajera incansable, con experiencia en voluntariado internacional (Mozambique, por ahora), espera algún día recorrer el mundo dedicándose a la protección de los derechos humanos, en especial a los niños, el futuro. Extraños intereses: perderse en China comunicándose solo con signos o leer en la Gran Muralla "Raíces", sobre la historia de la esclavitud en África.