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ENTREVISTAS - EL TTIP A DEBATE, con J. MÜLLER y D. RIVAS.

Elisa Castillo Nieto

Guillermo Kreiman Seguer

Fotografías: Macarena Lucía de Luis


David M. Rivas (Asturias, 1957) es profesor de Estructura Económica en la Universidad Autónoma de Madrid. Está especializado, entre otras materias, en desarrollo sostenible. Además, es miembro desde 1993 de la Academia de la Llingua Asturiana. Actualmente investiga en diversos centros de América y Europa, y es miembro del Observatorio Latinoamericano de Ordenación Territorial y Sostenibilidad y del Instituto Interuniversitario de Economía Espacial Sostenible. Gran amante de la literatura, a su vez ha publicado numerosos libros relacionados con el ámbito de la filosofía y la política.











Jochen Müller (Alemania, 1976) es especialista en análisis político y económico y en estrategias de comunicación. Ha trabajado como periodista freelance para medios como Chicago Tribune, Radio France International, así como para ARD, una agencia de comunicación alemana. Recibió su doctorado en comunicación internacional e intercultural en 2004 y desde 2007 ha trabajado en distintas instituciones y agencias de la UE en cargos relacionados con prensa y comunicación. Desde el año 2012 trabaja como analista político en la sede de Madrid de la Comisión Europea.


Es martes por la mañana y Ágora tiene cita en la sede de Madrid de la Comisión Europea, en plena Castellana. Lugar de reunión de los llamados "hombres de negro" de la Troika en los días más duros para la economía española, nos adentramos en el edificio dispuestos a conocer un poco más acerca del Tratado de Libre Comercio en proceso de negociación entre la Unión Europea y Estados Unidos, el famoso TTIP. ¿Fantasma neoliberal que acabará con nuestras leyes laborales y medioambientales? ¿O herramienta fundamental para el crecimiento económico? Tras los ordinarios trámites de seguridad, nos esperan en la primera planta David Rivas y Jochen Müller. ¿Cuáles son los principales objetivos del TTIP? ¿Cuáles serían sus beneficios y sus riesgos? ¿Qué implicaciones tendría para los estándares de calidad europeos? ¿Está siendo transparente el proceso de negociación? Todo ésto y mucho más en 2 horas de interesantísima charla sobre este tratado de libre comercio con dos expertos en la materia.



PREGUNTA: ¿Qué es la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI) o popularmente llamado TTIP por sus siglas en inglés? ¿Cuál fue su origen y cuál es el objetivo de este acuerdo?


Jochen Müller: El TTIP es algo más que un tratado de libre comercio. Las negociaciones se iniciaron hace más de dos años y medio entre EEUU y Europa, que son los dos bloques más grandes del comercio mundial. No sólo es un tratado de libre comercio clásico que trata los aranceles, es más amplio y ambicioso, en el sentido de que también estamos hablando de reglas y de cooperación regulatoria. Queremos que los dos lados del Atlántico cooperen más en el futuro y, en el proceso de negociaciones, ya tenemos algunos resultados en industrias específicas y sobre temas técnicos, como puede ser cooperación regulatoria en el ámbito farmacéutico, químico, automóvil, textil, etc.


Se trata de evitar dobles inspecciones y trabas administrativas, y luego también, facilitar inversiones de los dos lados. Por ejemplo, en lo que se refiere al textil, en EEUU y en la UE hay pruebas sobre la inflamabilidad que tienen más o menos los mismos resultados, pero procedimientos muy diferentes. Cada test tiene un coste y pensamos que es innecesario hacer dos veces el mismo tipo de test. ¿Por qué no podemos hacer un mismo tipo de test y reconocer los resultados mutuos en este ámbito? Es uno de los ejemplos donde se demuestra que queremos ver dónde podemos cooperar mejor y reconocer mutuamente ciertas cosas.


El tema de los aranceles también es muy importante porque en algunos sectores están bastante altos, y queremos llegar a casi el 100% de los productos con arancel 0. Por ejemplo, el textil todavía tiene un arancel del 35%, los lácteos el 20%, las aceitunas, el aceite de oliva, etc. Precisamente, muchos productos que son muy importantes para la industria española. El atún gallego es otro ejemplo: no sólo tiene el arancel del 35%, sino que además está en desventaja con respecto a otros exportadores del mundo, como por ejemplo Ecuador, que ya tiene un acuerdo con EEUU y que exporta a arancel 0. Desde que Ecuador tiene ese acuerdo, la cuota del mercado del atún gallego ha bajado a casi 0.


David Rivas: La exposición que ha hecho Jochen del tratado es muy correcta. Estoy de acuerdo con una cosa que él dice, pero precisamente por lo contrario: Creo que el TTIP es algo más que un tratado de libre comercio, es una pretensión de tener toda una estructura parajurídica. Es muy curioso que en las críticas o en las discusiones sobre el tratado, casi nunca intervienen los economistas. Porque la discusión no es sobre estar a favor o en contra del libre comercio, sino que realmente, se trata de una discusión política y jurídica.


El problema es que hay que mirar cuál es la metodología que se está utilizando. Siempre les cuento a mis alumnos que cuando se leen un informe, casi todo el mundo tiene noticias por la prensa, pero nadie mira nunca las 10 primeras páginas de los informes sobre la metodología utilizada. Entonces, cuando analizamos el libre comercio, llegamos a las conclusiones que Jochen dice, y probablemente sean correctas, pero yo quiero saber qué metodologías se están siguiendo. Se supone que el TTIP va a provocar la subida del 0,5% del PIB, ¿y por qué no del 0,4% o del 1,2%? Hay que mirar cómo se elaboran estos informes, y eso es lo que no conocemos, ese es el problema, no es un problema económico. Yo no sé Jochen si tú eres economista.


"El TTIP es algo más que un tratado de libre comercio, es una pretensión de tener toda una estructura parajurídica", D. Rivas.


J. M.: No, no soy economista. Yo también creo que la metodología es muy importante, pero es muy complicado prever el impacto del comercio. Hay unas metodologías que se han utilizado en una docena de estudios diferentes: suecos, franceses, ingleses, irlandeses, otro español realizado por investigadores de la Complutense, que no es precisamente una universidad muy neoliberal. Todos ellos demuestran tener un impacto positivo en temas económicos, algunos mayores y otros menores respecto del estudio que hicimos nosotros desde la UE hace ya tres años. Con lo cual, nos vemos bastante cómodos en medio de toda esa amplia gama de estudios.


D. R.: No todos los impactos económicos previstos son positivos. El Informe de la Universidad de Tufts, por cierto una universidad americana, alerta…


J. M.: Justamente, la metodología del Informe de la Universidad de Tufts no se puede utilizar para el comercio. Se basa en un modelo macroeconómico de la ONU. Ni siquiera mira los aranceles, pero quiere ser un estudio sobre impacto del comercio. Ni la ONU ni la OCDE han dicho que este estudio esté metodológicamente bien fundando.


D. R.: También hay un informe europeo que alerta sobre las consecuencias y las cuestiones negativas que va a tener el tratado.


J. M.: En el impacto económico no.


"Todos los estudios demuestran tener un impacto positivo en temas económicos", J. Müller.



P: ¿Cuál es la relación entre el TTIP y los acuerdos comerciales que EEUU ha establecido con los países asiáticos (TTP)? ¿Son los acuerdos regionales multilaterales de libre comercio el eje de la nueva política exterior estadounidense?


J. M.: Para nosotros es positivo que las negociaciones con los países asiáticos se hayan acabado, porque, por un lado, la Administración americana tiene ahora más posibilidad de enfocarse en las negociaciones con nosotros, ya que hasta ahora en varios asuntos no han sido muy ambiciosos. Por otro lado, es un tema que nos demuestra que muchos bloques comerciales están enfocándose en estos acuerdos. Este otro argumento geoestratégico es muy importante y evidencia que si nosotros nos quedamos con los brazos cruzados, probablemente tendremos menos oportunidades en el futuro para exportar al mercado americano, que es el más dinámico del mundo.


Asimismo, en lo regulatorio, tenemos que tener claro con quién queremos asociarnos para el futuro, para poner los estándares regulatorios en el comercio. Todavía hoy podemos hacerlo juntos con el peso de EEUU, un socio con el que compartimos muchos valores y maneras de hacer, o en 20 o 30 años correr detrás de los estándares que nos impongan otros, como China o India.


No se trata de una estructura parajurídica tal y como ha dicho antes David Rivas, porque lo que proponemos es crear un Consejo Regulatorio donde los reguladores públicos de cada bando cooperen y hablen más y mejor. No obstante, los que hacen las leyes no son ellos, sino los parlamentos nacionales, el Parlamento europeo y el Parlamento americano.


Si, por ejemplo, hubiésemos hablado más con los americanos sobre el coche eléctrico hace 10 o 15 años, probablemente la industria europea y americana no estarían desarrollando estándares diferentes en este ámbito. Por tanto, se trata de hablar antes e intercambiar información sin bajar estándares y sin dejar de lado nuestros principios básicos. En Europa tenemos un principio básico en nuestra legislación, que es el principio de precaución, que exige demostrar que algo no es dañino para que esté permitido. Los americanos lo hacen al revés, hasta que no se demuestra que algo es dañino, no está prohibido. Eso no va a cambiar. Ellos no tienen la intención de cambiarlo y nosotros tampoco.


D. R.: Yo creo que EEUU sí está planteando un nuevo modelo de comercio internacional, pero no sólo él. Hace dos o tres días, India planteó acelerar el tratado de libre comercio con la UE. Está modificándose completamente la arquitectura internacional económica nacida de los Acuerdos de Bretton Woods y de los acuerdos de los años 40. EEUU está dando los pasos en previsión de lo que va a suceder con China, cuando llegue a los niveles de desarrollo y crecimiento que están planteándose. Eso lo estamos viendo con el comercio y también en las cuestiones de política internacional y de geoestrategia. Es cierto también que mejor tener unas normas que nos marquemos, antes de que nos las marquen. El problema es que yo no tengo muy claro que Europa las vaya a poder marcar.


"Planteando el libre comercio de esta manera, yo creo que la regulación va a saltar por los aires, al menos la regulación europea", D. Rivas.


Hay que tener en cuenta que, en la teoría del comercio ortodoxa, la integración es una anomalía. Dentro de esta teoría, la UE es algo anómalo, porque es el único espacio que se ha integrado con mejor o peor éxito, yo creo que con un éxito suficiente. La integración es una anomalía y están tratando de saltarse las normativas europeas. Porque además, EEUU es un Estado y nosotros somos un montón de Estados. Esto nos lleva también a un problema y es que estamos ante un país con unidad fiscal, frente a un conjunto de Estados sin unidad fiscal; un país con libre circulación prácticamente de todo, frente a un conjunto de Estados con una política de libre circulación distinta; un país con una Reserva Federal, frente a una integración donde unos tienen una moneda y otros tienen otras. Es decir, planteando el libre comercio de esta manera, yo creo que la regulación va a saltar por los aires, al menos la regulación europea.


J. M.: Está explícito en los textos que las leyes europeas antes y después de las negociaciones van a seguir siendo las mismas.


"En Europa tenemos un principio básico en nuestra legislación, que es el principio de precaución, que exige demostrar que algo no es dañino para que esté permitido. En EEUU es lo contrario", J. Müller.


D. R.: Pues no es lo que dicen muchos parlamentarios europeos, que por cierto, no tienen acceso a todos los documentos…


J. M.: Los textos están en la página web, están ahí y se pueden ver y consultar. Hay textos jurídicos y diferentes capítulos donde ya tenemos una oferta para los americanos. Y está claramente dicho que ni bajamos estándares laborales, medioambientales, ni se cambian leyes europeas, ni se evita que los legisladores de ambos lados legislen en el interés público. Lo que se está diciendo sobre el tema de las privatizaciones a servicios públicos es falso, son mitos que circulan por ahí, porque es un debate totalmente ideológico y no basado en los textos y en los hechos.


D. R.: Es verdad que el debate es ideológico, que tiene mucha carga ideológica, y también que en Europa, a muchos europeos nos salta fácilmente el chip “anti-yankee”. Hay que tener cuidado con esa parte de prejuicio.


J. M.: Hay ciertos ámbitos en los que los estándares americanos son más altos que los europeos. Por ejemplo, en la legislación sobre cosméticos, los tests farmacéuticos son mucho más numerosos, o en temas de consumidores, los americanos son mucho más estrictos. Yo soy alemán, pero hay que ver quién ha descubierto el fraude Volkswagen (risas). En EEUU, si no se cumple algo, se sanciona y fuerte.


"Lo que se está diciendo sobre el tema de las privatizaciones a servicios públicos es falso, son mitos que circulan por ahí", J. Müller.


D. R.: Precisamente esta aproximación es problemática porque hay un modelo diferente de organización social. Todo el modelo capitalista y democrático está basado en tres poderes. Pero la base no es igual en un sitio que en otro. En Europa, el poder fundamental es el legislativo, mientras que EEUU es el judicial. Entonces, una sociedad muy judicializada, lógicamente, tiene esos planteamientos: hay que demostrar que las cosas son dañinas, mientras que aquí legislamos para que las cosos no lo sean. Eso en el comercio también influye. Son dos modelos muy distintos.


P: ¿Cómo se puede llegar a tantos acuerdos si la UE dice que no va a bajar ninguno de sus estándares de calidad?


J. M.: Nuestra legislación va a seguir vigente. Intentamos aproximarnos o reconocernos mutuamente allí donde tenemos estándares y maneras de trabajar parecidas. Con esto, el productor español, por ejemplo, no tendrá que producir dos veces para el mercado europeo y el americano, cosa que reduce los costes tremendamente.


¿Por qué negocia la Comisión Europea este tratado? No simplemente porque nosotros queramos y porque seamos todos neoliberales. Es porque nos han dicho los 28 Estados miembro, “Comisión, por favor, negocia”, y el Parlamento Europeo, con 500 votos contra 250 ha dicho “queremos ese tratado”.


"Nuestra legislación va a seguir vigente. Intentamos aproximarnos o reconocernos mutuamente allí donde tenemos estándares y maneras de trabajar parecidas", J. Müller.


D. R.: Sí, ¿pero estáis convencidos de que no daréis el brazo a torcer con los americanos? Decís que no vais a modificar las leyes europeas, ni las nacionales, que no vais a modificar los etiquetados… ¿Realmente EEUU va a aceptar todas las condiciones que pongáis?


J. M.: Va a ser algo intermedio, imagino.


D. R.: Y el intermedio entre “transgénico sí” y “transgénico no”, ¿qué es?


J. M.: Va a haber inspecciones, claro. Se buscará liberar el tiempo de los inspectores para que no hagan dobles inspecciones probablemente innecesarias, y hagan más inspecciones con productos más dudosos. El potencial de los inspectores públicos puede volverse así más importante.


P: ¿Por qué se está generando tanta polémica en torno al proceso de negociación del TTIP? Realmente, ¿la opacidad no es una dinámica en mayor o menor medida generalizada en la tramitación de este tipo de acuerdos comerciales? ¿Esta falta de opacidad también puede influir en que se creen esos mitos de los que antes se ha hablado?


D. R.: Vamos a ver, una cierta opacidad siempre existe en toda negociación internacional, exactamente igual que tampoco sabemos lo que discuten los consejeros del Banco Santander. Es cierto que también hay que tener mucho cuidado con el mito de la transparencia. Ahora bien, no solamente hay parlamentarios que no tiene acceso, es que hay normas que establecen que algunas negociaciones permanezcan 30 años ocultas. Posiblemente no haya ningún problema y sea inocuo, pero claro, el ciudadano piensa “¿cómo es que mis parlamentarios no van a tener acceso a esa documentación?”. Eso provoca, evidentemente, toda una serie de miedos, que algunos serán mitos, pero otros yo creo que no lo son. Al final, el problema que tenemos es no sabemos cuáles son los mitos y cuáles no lo son. Entonces, por un modelo de prevención, y yo en eso soy tremendamente europeo, frente a una cosa oculta, yo me opongo. Por un principio de prudencia, ¿cómo podemos fiarnos de algo que es tremendamente opaco y está tremendamente oculto?



"No solamente hay parlamentarios que no tiene acceso, es que hay normas que establecen que algunas negociaciones permanezcan 30 años ocultas", D. Rivas.


J. M.: No comparto la opinión, ¿qué es opaco? Es verdad que hasta el TTIP, el público no tenía interés en los tratados de libre comercio. Por ejemplo, del Tratado de libre comercio con Corea del Sur nadie ha oído hablar, y se terminó hace sólo 3 años. Mis compañeros de la Comisión que negocian sobre los mandatos de los EEMM, informando al Consejo y al Parlamento, han negociado el TTIP como siempre, con una transparencia prácticamente total. Hemos publicado todos los documentos y propuestas jurídicas textuales que hemos hecho a los americanos, descifrando todos nuestros objetivos. También informamos antes y después de cada ronda de negociación, tanto al Consejo como al Parlamento Europeo sobre lo que se discute y se ha hablado, y lo mismo con la sociedad civil. Tenemos reuniones durante las semanas de negociación con 350 ONGs en Bruselas y les informamos de lo que estamos haciendo durante estas sesiones. A su vez, tenemos un grupo de consultas con diferentes organizaciones, entre ellas sindicatos, patronales, organizaciones medioambientales, de consumidores, de salud pública, etc. Son 19 organizaciones que tienen acceso a los textos y que nos aconsejan sobre todas esas negociaciones. Y los eurodiputados que están en la Comisión de Comercio, y pronto los 751 eurodiputados tendrán acceso a los reading rooms. ¿Y qué hay en esos famosos reading rooms? Solo dos tipos de documentos que no están en la página web, el resto está online.


Esos dos documentos son, en primer lugar, los textos consolidados, es decir, no sólo la oferta jurídica de la UE -ya disponible en la página web- sino también la contraoferta americana. Creo que se entiende que en negociaciones puedes publicar tu oferta jurídica, pero no la del otro sin su acuerdo. Pero insisto, a estos textos consolidados que incluyen la contraoferta americana tienen acceso los eurodiputados, los representantes de los ministerios de los EEMM y, por supuesto, todos los que participan en las negociaciones. El segundo tipo de documentos que nos encontraremos en estos reading rooms son documentos donde nosotros, como Comisión Europea, hablamos de nuestra estrategia de negociación. Si esto se publica, ya no tendríamos estrategia negociadora y, por lo tanto, los americanos sabrían cómo responder ante nosotros.


"Hemos publicado todos los documentos y propuestas jurídicas textuales que hemos hecho a los americanos, descifrando todos nuestros objetivos", J. Müller.


También hay que decir que, al final de las negociaciones, el texto íntegro del resultado de las negociaciones estará publicado durante un año antes de que se vote. Se tendrá que votar en el Parlamento Europeo, en los parlamentos nacionales y en el Consejo. Con toda esta información a las ONGs, a los Estados Miembros, al Parlamento Europeo y poniendo todos nuestros documentos online, la transparencia no puede ser mayor.


A pesar de todas las demandas de transparencia, cuando colgamos hace escasos días la propuesta jurídica textual sobre desarrollo sostenible de la Comisión Europea, hasta hace pocas semanas, este documento apenas tenía 500 visitas en toda la UE. Entonces, yo me pregunto: ¿cuántos detractores del TTIP que solicitan una verdadera transparencia, de verdad miran los documentos que colgamos, visto lo visto?


La transparencia la hacemos aquí en España y en el resto de países europeos a través de actos públicos sobre el TTIP, ya que queremos que se discuta y se hable sobre él. Durante el 2015, hemos realizado 58 actos públicos por toda la geografía española. No sé qué más podemos hacer en este aspecto de la transparencia.


"Al final de las negociaciones, el texto íntegro del resultado de las negociaciones estará publicado durante un año antes de que se vote", J. Müller.


D. R.: En esto estoy de acuerdo contigo, muchas veces la crítica a determinados asuntos se hace sin muchos fundamentos. Pero una cosa que sí me llama la atención, y es ver a qué llamamos ONGs y sociedad civil. Porque claro, una ONG en España por ejemplo es FAES. Si tú preguntas a FAES, pues tienes la opinión de un partido concreto.


J.M.: No, yo hablo de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), Ecologistas en Acción, Comisiones Obreras (CCOO), UGT, etc.


D.R.: Y poco más. El resto realmente son lobbies. Por un lado, es normal que si yo tengo una ley de energía que proponer, las eléctricas tengan algo que decir. Pero hay un problema cuando negociamos con EEUU y también cuando negociamos dentro de Europa entre nosotros, porque las figuras de los lobbies no están del todo claras. En algunos países europeos o en EEUU se conocen quiénes son, pero en otros países europeos, como España, no se sabe quiénes son.



J. M.: La Comisión Europea tiene un registro de lobbies.


P: Entonces, ¿creen que las oposiciones al TTIP se basan más sobre cuestiones específicas de fondo o más bien sobre ese antiamericanismo extendido dentro de la opinión pública europea? ¿Qué pesa más en el rechazo al TTIP?


D. R: Yo creo que es una mezcla de todas las cosas. Hay un antiamericanismo latente en la sociedad europea, fundamentalmente en zonas como Europa del Sur. Eso existe, negarlo es absurdo. El tema es que el tratado no es un tratado simplemente de comercio. Prácticamente nadie discute los problemas comerciales, pero sí se discute el tema de los estándares, principalmente hay un temor claramente fundado en los estándares alimentarios, ambientales y laborales. Yo estoy seguro que van a cambiar.


J. M: Los estándares no van a cambiar. Es negro sobre blanco. ¿Acaso estamos dando ahora propuestas falsas a propósito para luego, en el momento final, cambiarlas y meter una cosa nueva sobre el texto? Eso no es así.


D. R.: Pero hay que darse cuenta de una cosa: recientemente hemos conocido que un grupo como Volkswagen ha hecho trampas, nos hemos hecho trampas los europeos entre nosotros mismos y en solitario. ¿Cómo vamos a fiarnos de cualquier cosa si una de las mayores instituciones del capitalismo europeo, como es Volkswagen, nos engaña delante nuestro?


"Prácticamente nadie discute los problemas comerciales, pero sí se discute el tema de los estándares, principalmente hay un temor claramente fundado en los estándares alimentarios, ambientales y laborales", D. Rivas.


J. M.: Volkswagen no es una institución europea, es una empresa privada.


D. R.: Lo es, pero es una institución que conforma el elemento básico del gen europeo del que hablábamos. El honor de los industriales, la ética empresarial del capitalismo renano, referente de la socialdemocracia, del keynesianismo…


J. M.: El problema de todo esto es que los argumentos contrarios se basan en algunos mitos sobre el TTIP que se mantienen aunque se traten de combatir. Por temas también en parte ideológicos. El TTIP es un tema que se presta muy bien a movilizar bases electorales. Es mejor no escuchar demasiado para mantener sus argumentos y movilizar a la gente. Lo que yo me pregunto es cómo se puede estar en contra de algo que todavía no está hecho. Entiendo que se pueda decir que uno está a favor del comercio pero que tiene sus líneas rojas, y eso ocurre en todos los partidos políticos. Y nosotros lo decimos también como Comisión Europea, no queremos cualquier acuerdo y a cualquier precio. No queremos un acuerdo que no sea ambicioso y que no respete nuestras líneas rojas. Yo no sé cómo se puede estar en contra del TTIP si todos los estudios de impacto dicen que crea crecimiento y empleo.


"El argumento respecto a los estándares laborales y medioambientales se basa en consideraciones como que se va a permitir el fracking con el TTIP", J. Müller.


D. R.: Disculpa, pero economistas como Paul Krugman o Joseph Stiglitz dicen lo contrario.


J. M.: Son economistas muy buenos, pero no han hecho un estudio de impacto del TTIP. ¿Cómo los detractores pueden estar en contra de algo que estudios españoles, finlandeses, suecos, franceses, alemanes, etc. demuestran que tiene un impacto positivo y de creación de empleo? Tendrán que explicar por qué están en contra de esto. Comisiones Obreras (CCOO), por ejemplo, ha hecho un estudio que demuestra que el impacto económico es positivo. Sin embargo el impacto en aspectos medioambientales y laborales es negativo, ven tanto riesgo en esos ámbitos que aún son escépticos. Sin embargo, el argumento respecto a los estándares laborales y medioambientales se basa en consideraciones como que se va a permitir el fracking con el TTIP, algo que no es cierto.


D. R.: Volviendo al informe de la Universidad americana Tufts, al que antes me refería, hay una cosa muy curiosa: sistemáticamente los estudios económicos, lo sabemos todos, no son objetivos; pueden ser honrados pero no objetivos. Sin embargo, todo estudio que se opone a una corriente dominante a la política económica siempre es mirado con duda. Con esto no digo que el estudio de Tufts sea bueno, a lo mejor tienes tú razón y la crítica que hace la OCDE y la ONU es cierta. Pero me llama la atención que el único estudio que sale contrario a otros rápidamente se le busca la inconsistencia. Pues hombre, no creo yo que el de CCOO sea mucho más consistente.


Sin embargo yo sí tengo confianza, aunque no a ciegas, en la intuición de grandes economistas como es el caso de Stiglitz o de Krugman, que opinan lo contrario. La intuición de personas que conocen muy bien el comercio internacional también funciona.


P: Centrándonos específicamente en la economía española, ¿cuáles serían los principales beneficios de un acuerdo de este tipo?


J. M.: El estudio español realizado por la Complutense dice que en los primeros 5 años de aplicación del tratado, la economía española va a crecer hasta 3,6 puntos porcentuales, que es mucho, y va a permitir la creación de más de 300.000 empleos como consecuencia directa del TTIP. Aparte del estudio español, hay una docena de estudios que apuntan a que hay un impacto positivo, por tanto, nosotros pensamos que eso demuestra que hay un argumento claro hacia la creación de empleo.


Por otro lado, las PYMES van a ser las grandes beneficiadas de este acuerdo porque estamos intentando bajar las trabas administrativas y los obstáculos de exportación como los costes de doble inspección (costes de certificaciones, de etiquetaje, de tests de calidad, etc.). Eso beneficia sobre todo a las PYMES y no a las grandes empresas: éstas ya tienen sus sedes o sus despachos de abogados en EEUU, y pueden fácilmente exportar allí, y de hecho lo hacen y lo van a seguir haciendo. Las PYMES no lo pueden hacer, porque para ellas son costes considerables.


En segundo lugar, un gran objetivo para la UE es abrir el mercado de edificaciones públicas en EEUU, eso sería una ocasión tremenda. De momento está prácticamente cerrado, y, de nuevo, no tanto para las multinacionales ya que FCC y Ferrovial ganan contratos allí, sino para las PYMES porque no pueden, no tienen capacidad.


"Las PYMES van a ser las grandes beneficiadas de este acuerdo porque estamos intentando bajar las trabas administrativas y los obstáculos de exportación como los costes de doble inspección", J. Müller.


P: ¿Por una cuestión de coste?


J. M.: No, por algo llamado el Fly America Act. En EEUU el mercado de edificaciones está cerrado porque el 60% de lo que tú vendes allí e instalas, por ejemplo el acero, tiene que ser americano. Y eso, para la PYME que produce aquí y lo tiene que vender allí, es imposible. Por eso abrir esto es una tremenda oportunidad. Otro beneficio sería de orden geoestratégico: es importante para nosotros también resetear los estándares con aquellos socios con los que compartimos valores. Por último, también cabe mencionar el tema de la energía: queremos que EEUU abra su mercado energético, no sólo para que nosotros podamos comprar energía americana sino también para diversificar nuestros proveedores, y poder comprar gas de otros proveedores del mundo, incluso americanos, que ahora va a ser un exportador importante.


P: ¿Y cuáles serían los principales riesgos?


D. R.: Hay una cuestión que me llama la atención de su planteamiento, y es cuando dice que “cómo se puede estar en contra de algo que todavía no está hecho”. Pero, ¿y cómo se puede defender lo que se defiende, si no existe? Es decir, ¿por qué las PYMES van a negociar mejor, si no sabemos cuál va a ser el marco? El argumento de que una cosa que no está terminada no se puede criticar, aún es más fuerte para que no se pueda defender.


J. M.: Hay textos legales ya sobre la mesa. Lo que yo digo es: “critíquennos lo que está negro sobre blanco y no se queden en el no queremos”.


D. R.: Yo no soy de la opinión del “no quiero”, pero creo que España no es de los países que más se va a beneficiar de un tratado de libre comercio, salga como salga, porque es una de las economías de Europa más abiertas a América en este momento, tanto a América del Sur como a América del Norte. Sí puede beneficiar mucho a Alemania que, de cada 10 kilos que exporta, 8 los exporta a la UE. Por tanto, no creo que el TTIP vaya a tener tantas ventajas como Jochen dice, porque la pequeña empresa española, excluyendo algunos sectores muy determinados, es muy poco exportadora. Por una serie de cuestiones históricas y de desarrollo, tenemos un problema de baja calidad del empresariado en España. Las empresas muy grandes, y en eso tiene razón él, ya están internacionalizadas. A éstas les va a venir bien el tratado porque van a tener menos aranceles. Ahora bien, hay pequeñas empresas españolas, (pienso concretamente en una asturiana de bienes de equipo que está trabajando para la NASA desde hace muchos años) que ya lo han hecho y lo van a seguir haciendo, y yo no creo que el tratado les suponga un impacto tan positivo. Ojo, no digo que sea negativo, pero que vaya a tener un tirón muy fuerte de la pequeña y mediana empresa española, no lo creo.


Volvemos a plantearnos el mismo problema: no es un problema del tratado, sino de la propia integración europea. El análisis de CCOO estudia cómo incide en España, y seguro que los sindicatos suecos están planteando cómo impacta en Suecia. Pero el impacto general en Europa ni siquiera se estudia.


"España no es de los países que más se va a beneficiar del TTIP, porque es una de las economías de Europa más abiertas a América, tanto a América del Sur como a América del Norte ", D. Rivas.


J. M.: Sí, se han hecho dos estudios. En ellos sale España como el cuarto país que se beneficia más entre los 28 Estados miembro. ¿Por qué? Por su industria, porque todo lo que se puede explotar mucho más en EEUU lo tiene España. En agroalimentación, especialmente todo lo que son productos procesados, cuya demanda es tremenda en EEUU. La contratación pública, ya que hay muchas empresas españolas que son fuertes allí, incluso en PYMES. El automóvil: España es el segundo productor automovilístico de Europa. Exportan ya muchísimo a EEUU y el potencial, nos lo dicen ya los productores, es tremendo. Hay también una Asociación de Componentes de Automóvil española que también está muy a favor, y representa a cientos de PYMES que están alrededor de los grandes exportadores de automóviles. Por último, también beneficiaría a la industria farmacéutica y química.


Es verdad que España tiene 1,6 millones de PYMES y sólo 90.000 o 100.000 exportan. Pero bueno, para esas 100.000 se puede hacer algo, y para las otras que aún no están exportando justamente por los altos costes y barreras, si les ayudamos, van a dar el salto.


"En dos estudios sale España como el cuarto país que se beneficia más entre los 28 Estados miembro", J. Müller.


P: Nos queríamos centrar ahora en lo que ha comentado antes Jochen sobre las consecuencias negativas para el medioambiente y los derechos laborales a los que apuntaba el informe de CCOO. ¿Podrían decirnos si el TTIP supondría un riesgo para los derechos sociales que existen actualmente en Europa y para las pautas medioambientales?


D. R.: El Tratado va a suponer una desregulación, ya que ese un principio básico del libre comercio. Las normas del mercado prevalecen siempre frente a las normas sociales. Para mí la incidencia en el mercado laboral es un poco confusa, no lo tengo tan claro. Además, depende mucho de los marcos nacionales, ya que, precisamente, en política laboral es donde los Estados mantienen más soberanías. Entonces, en unos países tendrá más impacto y en otros menos.


En el tema ambiental y en el agroalimentario, sí me parece muy preocupante la normativa norteamericana. Por ejemplo, el tema de los transgénicos: acaban de inventar un salmón transgénico que en tres meses es tan grande como un salmón de tres años. A lo mejor no es malo para la salud, pero, por el principio europeo de prudencia, yo no lo permitiría. En segundo lugar, hay un planteamiento, y es “bueno, usted exporte transgénicos si quiere, y yo los compro o no los compro”. Pero resulta que el etiquetado norteamericano no obliga a decir qué es lo que lleva ese bote.


J. M.: No es posible. Si quieren vender aquí tienen que etiquetar como nosotros. Lo contrario significaría que nosotros cambiaríamos nuestras leyes. Y nuestras leyes no se van a cambiar.


D. R.: Yo creo que sí se van a cambiar. Vamos a ver, en todos los tratados que ha habido hasta ahora y todas las experiencias que tenemos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) han sido terribles. En la OMC, cuando chocaron los principios medioambientales con los principios del comercio, primaron estos últimos.


"El Tratado va a suponer una desregulación, ya que ese un principio básico del libre comercio. Las normas del mercado prevalecen siempre frente a las normas sociales", D. Rivas.


J. M.: Pero, eso significaría que nosotros, como Comisión Europea, tendríamos primero que proponer cambiar una ley, donde ya de por sí nos crucificarían, y segundo, que el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo se pusieran de acuerdo en cambiar esa ley a la baja. Y eso no va a ocurrir, no nos dejaría el Parlamento Europeo. Por eso tampoco vamos a negociar algo que va a bajar los estándares, porque, ¿para qué vamos a estar tanto tiempo negociando, sabiendo que luego el Parlamento Europeo lo va a rechazar? Porque sin los socialistas y los conservadores, no tenemos mayoría en el Parlamento Europeo. Los socialistas dicen “sí” al tratado, pero también dicen claramente “esto, esto y esto no”. No vamos a negociar algo que va en contra de ésto, porque no vamos a tener mayoría.


D. R.: Yo digo que posiblemente pase. Tú mantienes una fe de carbonero.


J. M.: Yo me baso en textos que proponemos y que ponemos sobre la mesa. El tema de los transgénicos que citabas antes es un muy buen ejemplo. ¿Qué pasa con los transgénicos? Que no tenemos legislación europea porque los EEMM no se ponen de acuerdo.


D. R.: Claro, ese es el problema.


J. M.: Es muy complicado. Sobre algunos productos transgénicos ha habido acuerdo, pero sobre otros que nosotros hemos propuesto, porque la Agencia europea nos había dicho que no eran dañinos, los hemos puesto sobre la mesa y, durante muchos años, no había ni mayoría a favor ni mayoría en contra. Lo que hemos dicho este año ha sido: “Como no os podéis poner de acuerdo sobre los transgénicos, devolvemos esta competencia a los EEMM”. Esto significa que, a partir de ahora, son los EEMM, y ya no la UE, quienes deciden sobre esta materia. Es un fracaso para nosotros, pero es así, porque los socios europeos no han sabido ponerse de acuerdo.


"Si quieren vender aquí tienen que etiquetar como nosotros. Lo contrario significaría que nosotros cambiaríamos nuestras leyes. Y nuestras leyes no se van a cambiar", J. Müller.


D. R.: Si incluso en tu país, en Alemania, la OMC os sancionó por impedir la importación de carne hormonada de EEUU. Fue hace dos años. O incluso en América Latina, Monsanto se ha querellado contra agricultores por utilizar las semillas tradicionales.


J. M.: La carne hormonada o el pollo lavado con cloro están prohibidos por la legislación europea y no van a poder venderse aquí. Eso está en la legislación europea, ahora, antes y después del tratado. La legislación europea vigente que impone un límite “X” para el cloro en el pollo. Si un productor americano quiere vender a Carrefour su pollo y los inspectores europeos ven que tiene más de “X” cloro, no podrá venderlo. Tan simple como eso. También hay mucha gente que dice “yo, que soy alemán, voy a la piscina pública alemana y si me tomo dos tragos, ya es tanto cloro en mi cuerpo como comiendo veinte pollos con cloro americanos”. Pero bueno, es un debate muy sensible y emocional, donde entendemos que la opinión pública europea no quiere pollo con cloro ni carne hormonada.


P: Respecto al problema de Volkswagen, usted decía que eso ocurre únicamente en el ámbito de las empresas privadas, no en el de las instituciones europeas. No obstante, el tratado supone la implicación de muchísimas empresas de todo tipo. Si una empresa norteamericana etiquetase un producto de una manera poco clara, ¿no podría producirse lo mismo?


J. M.: Eso ya se puede hacer hoy, pero se detectaría y se multaría. Legal no sería. Simplemente, no lo vamos a permitir, porque no hay ley que lo permita.


"No entro al “en contra” o “a favor” del Tratado, el problema es que llevamos tantos años haciéndonos trampas, que vais a permitir que los ciudadanos desconfiemos de lo que estáis haciendo", D. Rivas.


D. R.: Ayer mismo estuve en un supermercado y me encontré un montón de latas que estaban etiquetadas en alemán y en inglés. Es decir, el consumidor medio no sabe lo que contienen esas latas porque no tenía la etiqueta en español. Y fue en un Carrefour, no es en ningún sitio rarísimo. Si eso lo estamos haciendo ya, entonces el problema es otro. Repito, yo no entro al “en contra” o “a favor” del Tratado, el problema es que llevamos tantos años haciéndonos trampas, que vais a permitir que los ciudadanos desconfiemos de lo que estáis haciendo.


P: ¿Cómo podría competir el sector agroalimentario europeo en el mercado americano, teniendo en cuenta que tiene unos estándares de calidad mucho más altos? Si esos estándares requieren un coste mucho mayor, ¿cómo va a poder competir en EEUU con un pollo que es mucho más caro?


J. M.: Está claro que nosotros no vamos a venderles pollo, porque EEUU ya es un productor tremendo de pollo. Lo que buscamos es vender allí productos de calidad. El mercado norteamericano es tan grande que tiene un dinamismo muy grande. Por ejemplo, para las pizzas, EEUU produce únicamente el 5% de las aceitunas de mesa que consume, y ¿quién es el mayor productor? Nosotros, así que lo podremos exportar, por lo que va a ser bueno para la economía española. Lo mismo ocurre con frutas y verduras, especialmente los productos ya enlatados, que tienen un valor añadido tremendo. También productos gourmet y con cierto procesamiento, como quesos o jamón, productos que no se venden a céntimos sino a euros y por los que en EEUU existe una demanda muy importante. Además, a esto hay que sumarle el reconocimiento de las denominaciones de origen, que son importantes también para la economía europea y especialmente la española. Si el queso manchego está protegido en EEUU, eso es un valor añadido y un producto de venta muy fuerte. Por eso, en todo el tema agroalimentario hay un potencial enorme, y no lo decimos sólo nosotros, sino los productores y las PYMES.


"Siempre hay perdedores (...). Hay sectores sensibles, y para ello lo que se hace es, por un lado, trabajar con cuotas y, por otro lado, implantar tiempos de transición", J. Müller.


D. R.: Esos sectores sí tienen grandes ventajas competitivas. A ver si lo conseguimos con EEUU, no va a ser fácil porque no lo quieren. Ellos quieren la marca, no la denominación de origen.


J. M.: Ahora, también es verdad que siempre hay perdedores. En España, los que temen un poco este acuerdo son los productores de huevo, pollo y cereales, porque es verdad que EEUU tiene una capacidad productiva enorme en estos sectores. Ahí hay sectores sensibles, y para ello lo que se hace es, por un lado, trabajar con cuotas (es decir, permitir hasta un volumen “X” y a partir de ahí cobrar un arancel) y, por otro lado, implantar tiempos de transición para que la industria se adapte. Por ejemplo, con el tema de los transgénicos, muchos ganaderos y agricultores europeos nos dicen que es un tema principal, ya que argumentan que si pudieran dar a sus animales pienso transgénico, que es mucho más barato, podrían ser competitivos. A ese respecto decimos que puesto que en el marco europeo el pienso transgénico no es legal, debemos intentar proteger a la producción ganadera europea con algún tipo de cuotas o tiempos de transición.


P: Otro tema muy polémico del tratado ha sido el de los Tribunales de Arbitraje para las disputas entre inversor y Estado. ¿Consideran que la figura del árbitro es la medida más adecuada para este tipo de acuerdo? ¿No beneficia especialmente a las multinacionales, debido a que son las únicas capaces de afrontar el alto coste que tiene querellarse contra un Estado?


D. R.: Vamos a ver, incluso partiendo de que el arbitraje funcione bien y que sea honrado, es decir, que no responda a intereses ocultos, sigo viendo un problema de Derecho: ¿qué problema hay en que el arbitraje lo realicen los tribunales ordinarios? Otra cosa es que haya que reformar la legislación procesal para evitar la dilación excesiva de los juicios, tal y como ocurre en España. Pero, ¿por qué hay que buscar un órgano privado en vez de hacer que los órganos judiciales funcionen? Porque claro, dar a una empresa la misma legitimidad de origen y de ejercicio que a un Estado, a mí me parece aberrante desde el punto de vista jurídico.


En segundo lugar, los costes son evidentemente mucho más reducidos para las empresas multinacionales en proporción a su volumen. Pero además, tenemos los ejemplos que hemos ido viendo a lo largo del tiempo con este tipo de tribunales. En Egipto, una empresa llamada Veolia ha denunciado al Estado por subir el salario mínimo. Claro, es que mañana un país sube el salario mínimo y puede considerarse que está atentando contra la igualdad de competencia.


"¿Por qué hay que buscar un órgano privado en vez de hacer que los órganos judiciales funcionen?", D. Rivas.


Pongamos un ejemplo fuera de este caso concreto: seguramente muchos empleados de Prosegur sean más eficaces que muchos guardias civiles, pero aún así, yo prefiero que me proteja la Guardia Civil, que responde a un Estado y a unas leyes, a que me proteja una empresa privada. No es un problema de eficacia, sino un tema de criterios jurídicos y políticos. Pues los tribunales de arbitraje son una cosa parecida. El fondo de la discusión no es un problema económico, sino que en el tema del arbitraje es una cuestión de legitimidad democrática.


J. M.: Nosotros somos muy críticos con el sistema de arbitraje que existe ahora en otros tratados de libre comercio, por eso queremos reformarlo. No hay que olvidar que ya existen 1.400 acuerdos de libre comercio entre Estados en todo el mundo, muchos entre EEMM de la UE y terceros países, y por ejemplo España tiene ya cinco acuerdos de este tipo que, al margen del TTIP, van a seguir existiendo. Somos muy críticos porque el sistema de arbitraje es muy opaco, ya que ni las deliberaciones ni los documentos son públicos, y el ámbito de cuestiones sobre las que se puede demandar es muy amplio.


Por ejemplo, lo que se comentaba del salario mínimo, eso es un derecho indudable de cualquier Estado sobre el que puede legislar. También se suele mencionar el caso de Philip Morris, que cambió una de sus sedes de Australia a Hong Kong para poder demandar al Gobierno australiano por una nueva legislación sobre cajetillas de tabaco. Eso se llama forum shopping: cuando las empresas cambian su sede según los acuerdos y legislación que les sean más favorables. Eso está claro, lo queremos fuera.


Queremos cambiar el sistema que hay en estos primeros tratados de comercio e inversión de “primera generación”, que existen desde los años 50 por iniciativa alemana. Originariamente, el arbitraje se planteó por desconfianza de los países inversores hacia la legislación y el Estado de Derecho de los países del tercer mundo que recibían la inversión, pero claro, esto en el TTIP no tiene sentido. Por eso nosotros hemos planteado un Tribunal de Inversiones con 15 jueces fijos, cinco norteamericanos, cinco europeos y cinco de fuera, y para cada caso se cogerían tres jueces de forma aleatoria. Las deliberaciones serían públicas y el objeto de las demandas se limitaría a dos casos: expropiación y discriminación. Nosotros creemos que los Estados tienen derecho a legislar sobre todas las cuestiones de interés público, como son, obviamente, las cuestiones de salud pública, educación, medio ambiente, etc.


"Queremos reformar el sistema de arbitraje haciéndolo acorde a esta “segunda generación” de tratados de inversión y delimitarlo claramente a esos dos casos, expropiación y discriminación", J. Müller.



Además de lo anterior, también planteamos un sistema de recursos judiciales ante los órganos ordinarios. Aquí se podría preguntar por qué entonces no hacemos todo a través de los tribunales ordinarios. En primer lugar, porque los Tribunales de Arbitraje se podrían plantear en un futuro si se negocian acuerdos de inversiones con China o India, y ahí habría que explicar por qué queremos arbitraje con ellos y no con EEUU, por qué nos fiamos más de estos últimos, con lo que las negociaciones empezarían mal. En segundo lugar, porque hay casos de vacío legal para recurrir a los tribunales ordinarios. Por ejemplo, si una PYME española tiene una licencia en Wisconsin y quiere reclamar algún derecho en ese Estado, no podrá hacerlo porque los tribunales de Wisconsin no tienen competencia sobre cuestiones de Derecho internacional, por lo que en estos casos se darían situaciones de indefensión a no ser que existan Tribunales de Arbitraje.


Resumiendo, nosotros queremos reformar el sistema de arbitraje haciéndolo acorde a esta “segunda generación” de tratados de inversión y delimitarlo claramente a esos dos casos, expropiación y discriminación.



D. R.: El problema que yo veo es que creo que los Estados van a tener muchos problemas para poder legislar. Eso genera un tremendo miedo a los gobiernos para legislar, porque al legislar contra los intereses de esas empresas están legislando a favor de la deslocalización, y ese es mi temor. No es que los gobiernos vayan a ser malos malísimos, sino que para no atentar contra el crecimiento empezarán a legislar a la baja, y eso ya lo estamos empezando a ver en Europa en los últimos años. Incluso en España se ha reformado la Constitución sin consultar a nadie para poder hacer frente a los criterios de la política financiera.


J. M.: No creo. Lo que sí que van a tener que hacer son estudios de impacto para ver qué costes y beneficios tiene una determinada decisión política que quieran tomar, algo que, por otra parte, es lo que siempre se tiene que hacer a la hora de legislar. Además, hay que tener en cuenta que ya hay diez EEMM europeos que tienen un tratado bilateral de primera generación con EEUU, por lo que esto ya puede pasar. Pero si conseguimos este nuevo modelo de resolución de disputas en el TTIP, mejoramos el sistema actual, ya que el acuerdo europeo se superpondría a los acuerdos nacionales. Por tanto, también se puede ver como un sistema de solidaridad para mejorar las condiciones de esos diez países que tienen un sistema de arbitraje antiguo.


"No es que los gobiernos vayan a ser malos malísimos, sino que para no atentar contra el crecimiento empezarán a legislar a la baja", D. Rivas.


P: Cambiando ahora totalmente de tema. Más allá de que el TTIP pueda ser beneficioso para los intereses comerciales europeos, ¿no perjudicaría a terceros países en vías de desarrollo en su relación con la UE? ¿No podría desplazar el TTIP los acuerdos firmados entre la UE y países en desarrollo como los Acuerdos Cotonu o los EBA (Everything But Arms)?


J. M.: Los productos que vienen de EEUU son muy diferentes a los productos que nos venden los países en desarrollo, que son principalmente materias primas, productos con escasa elaboración o componentes de maquinaria. Por tanto, en primer lugar, si elevamos el comercio entre EEUU y la UE, también elevamos la demanda de componentes que nos vienen de países como Vietnam, por lo que también sería beneficioso para ellos. En segundo lugar, los productos que más exportan los países ACP (África-Caribe-Pacífico) son más bien básicos y del sector agroalimentario, por lo que no hay una competencia directa con los productos de EEUU. Son mercados muy distintos, producen cosas muy diferentes e incluso creo que podrían obtener beneficios.


D. R.: La verdad es que no tengo clara la respuesta, ni cuál va a ser el impacto. Podría pasar lo que Jochen dice, que al aumentar el mercado en el Norte (por utilizar la terminología tradicional) aumentaría la demanda de productos del Sur, tanto productos finales como productos incorporados. También podría pasar lo contrario, que los países subdesarrollados, que siguen especializados en productos primarios, se encuentren con un mercado agrario mucho más amplio y muy protegido, como es el europeo y el norteamericano.


Por otro lado, a países como Guatemala, por ejemplo, no le importa mucho que haya un acuerdo de libre comercio entre EEUU y la UE, porque va a estar siempre desplazada en el comercio internacional.


La pregunta es muy interesante pero es muy difícil de responder, yo, por ejemplo, no tengo la respuesta. Cuando un economista lo sabe todo, no os fiéis de él.



P: Ya para terminar, ¿en qué punto se encuentran las negociaciones del TTIP?¿Cuándo sería previsible que el tratado viese la luz?


J. M.: Hemos terminado la undécima ronda de negociaciones. En aranceles hemos hablado ya del 97% de los sectores. Hay siempre algunos que se dejan para el final porque son muy contenciosos. Acabamos de negociar por primera vez el texto jurídico sobre desarrollo sostenible. Por cierto, EEUU y Europa son los dos únicos bloques comerciales que siempre incluyen un capítulo concretamente sobre desarrollo sostenible.


Lo que no hemos discutido todavía, porque nosotros lo hemos parado, es la protección de inversiones porque hemos hecho una consulta pública, y hace sólo tres semanas hemos puesto sobre la mesa nuestro texto jurídico sobre el nuevo Tribunal de Arbitraje. Es el único tema que aún no se ha tocado, ya que se abordará en febrero.


Nuestro objetivo es terminar las negociaciones hacia finales de 2016, antes del final de la administración Obama. Es posible pero muy difícil porque es poco tiempo, pero con voluntad política se puede. También decimos claramente que no queremos cualquier acuerdo en este tiempo. Si hace falta, pediremos más tiempo para tener un acuerdo bueno y ambicioso, uno que respete nuestras líneas y con el que también estén contentos los americanos. Con lo cual, la idea es hablar de todo antes del verano y tener listo el 80% del texto antes de esa fecha y dejar el resto de los temas más complicados para los últimos seis meses. Por ejemplo, abrir el mercado público norteamericano, para lo que ellos quieren algo fuerte por nuestra parte en lo referido al comercio digital. Al final es un dar y recibir.


"EEUU y Europa son los dos únicos bloques comerciales que siempre incluyen un capítulo concretamente sobre desarrollo sostenible", J. Müller.


D. R.: Aquí yo no voy a responder porque no lo sé, pero sí hay una cosa que me gustaría que me contara Jochen, en el caso de que el año que viene la Administración norteamericana sea republicana, ¿qué pasaría?


J. M.: Queremos hacerlo con Obama porque, en primer lugar, ya llevamos hablando con ellos mucho tiempo, conocemos sus técnicos y tenemos una manera de trabajar. En segundo lugar, si en enero de 2017 tenemos una nueva Administración republicana, ésta no va a tener ni mandato ni capacidad para negociar durante varios meses, así que perderíamos casi un año de negociaciones. Si lo conseguimos antes de entonces, habremos empezado y finalizado con el mismo negociador, incluso siendo el menos proclive al comercio y más proteccionistas, como son los demócratas en EEUU. Todo dependerá de la voluntad política porque cada uno tiene que ceder en varios ámbitos.


Además, en junio de 2015 se adoptó la Trade Promotion Authority, que consiste en que el Congreso ha dado a la Administración Federal el derecho de negociar en todos los ámbitos, y esto es lo importante. EEUU tiene una estructura federal y hay muchas de sus competencias que se tocan en el tratado. Lo importante es que el Congreso dio el permiso para negociar incluso en los ámbitos que atañen a las competencias de los 50 Estados. Eso no era fácil y lo han conseguido, por eso son tan importantes las negociaciones ahora, porque pueden comprometerse a cosas, y eso nos ayuda.

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