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A. Ciordia. "Breve historia del conflicto kurdo en Turquía"

Alejandro Ciordia Morandeira


El objetivo de este artículo es presentar de la manera más breve e imparcial posible la evolución histórica del denominado "conflicto kurdo" en Turquía, de forma que resulte informativo para un lector poco familiarizado con cuestiones de política turca o de Oriente Medio en general. Se trata de un largo conflicto armado iniciado en 1984 que se ha cobrado más de 40.000 víctimas mortales[1], entre el Estado turco y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, en adelante PKK por sus siglas en kurdo (Partiya Karkerên Kurdistan), una organización insurgente de carácter étnico-nacionalista, comparado habitualmente con ETA en el País Vasco o el IRA en Irlanda del Norte. Pese a que estos dos últimos casos han recibido mucha más atención por parte de académicos y expertos en nuestro país, no digamos ya por parte de los medios de comunicación, el enfrentamiento entre Turquía y el PKK presenta por sí mismo un enorme interés, siendo un perfecto ejemplo de la interdependencia de factores nacionales, regionales y globales (Walker, 2013, en Bilgin y Sarihan: 224).


Dado lo largo. complejo y polémico del tema, sería imposible detallar todos los eventos relevantes y factores intervinientes, por lo que pido disculpas de antemano por las omisiones y simplificaciones que los lectores puedan encontrar. Para profundizar sobre el pueblo kurdo en general y en Turquía en particular, entre la amplia literatura existente en inglés son especialmente recomendables los siguientes libros: A Modern History of the Kurds (McDowall, 1996), Primitive rebels or revolutionary modernizers? The Kurdish national movement in Turkey (White, 2000), The Kurdish nationalist movement: opportunity, mobilization and identity (Romano, 2006) o Understanding Turkey’s Kurdish question (Bilgin y Sarihan [eds], 2013). En español es aconsejable leer a autores como la profesora Carmen Rodríguez López (UAM) o periodistas como Manuel Martorell (desde una postura abiertamente pro-kurda) y Andrés Mourenza (actual corresponsal de El País en Turquía).


CONTEXTUALIZACIÓN Y ANTECEDENTES



Pese a que no hay datos oficiales, las estimaciones comúnmente aceptadas indican que el pueblo kurdo está compuesto por algo menos de 40 millones de personas en todo el mundo, siendo considerada como “la nación sin Estado propio más grande del mundo”. El área geográfica conocida como Kurdistán, se sitúa principalmente en las zonas montañosas correspondientes al este de Anatolia, la cordillera del Zagros, así como algunos valles y mesetas adyacentes de la Alta Mesopotamia. Dicho territorio estuvo dividido durante siglos entre el Imperio Otomano y el Imperio Persa, y tras la Primera Guerra Mundial, como resultado de los acuerdos Sykes-Picott (1916) y el Tratado de Lausana (1923), quedó dividido entre cuatro nuevos estados-nación: Turquía, Siria, Iraq e Irán. Actualmente, se estima que algo menos de la mitad de los kurdos viven en territorio turco (entre 15 y 20 millones), representando aproximadamente un cuarto del total de la población de Turquía (Romano, 2006: 3). En lo que se refiere a la lengua, los kurdos hablan diferentes idiomas según el área geográfica y subgrupo étnico, aunque todos de origen indo-europeo. Los 3 grupos de lenguas principales son: kurmanji, sorani y zazaki. La mayoría de kurdos profesan el Islam sunní, aunque también hay importantes minorías musulmanas alevís, y de otras religiones, como los yazidíes, que profesan el zoroastrismo.

Mapa del área de mayoría de población kurda. Fuente: CIA, 1992 (http://www.lib.utexas.edu/maps/middle_east.html)

Centrándonos en el caso de Turquía, durante la segunda mitad del siglo XIX se empieza a desarrollar entre los kurdos en territorio otomano un cierto sentimiento de identidad nacional que sin embargo no se opone al poder político del sultán (Bajalan, 2013, en Bilgin y Sarihan: 3-28). Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sevres (1920) contenía algunas provisiones sobre la formación del Kurdistán como Estado independiente[2], pero éste nunca fue aplicado de facto, y fue definitivamente reemplazado tras la victoria del Gobierno de Ankara liderado por Mustafa Kemal Atatürk en la Guerra de Independencia Turca (1919-1923) por el ya mencionado Tratado de Lausana, que certificaba la creación de la República de Turquía y delimitaba sus fronteras tal y como las conocemos ahora. Pese a que los kurdos apoyaron mayoritariamente a Atatürk, lo hicieron motivados por la defensa conjunta del Islam contra los “invasores infieles” de Occidente. Por tanto, con la posterior abolición del sultanato primero y sobre todo del califato después (1924), y también debido a las medidas secularistas y nacionalistas orientadas a la creación de una nueva identidad étnico-nacional turca que se consideraba fundamental para la consolidación del nuevo Estado[3], la población y las élites tradicionales kurdas (fuertemente conservadoras) se levantaron en armas contra la nueva república. El primero de estos episodios de insurrección fue la Revuelta de Shaik Sheik (1925), que inició un periodo de enorme turbulencia en el sureste del país, con 16 revueltas en 13 años (Kirişci y Winrow, 1997: 89-118), que terminó con la Revuelta de Dersim (1938), sofocada por la represión estatal, dando paso a tres décadas en las que parecía que la identidad kurda había sido asimilada dentro de la nueva nación turca y abandonado así cualquier tipo de aspiraciones políticas (White, 2000: 88).

EL CONFLICTO ENTRE TURQUÍA Y EL PKK

El conflicto actual comienza en 1984, cuando el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (en adelante PKK por sus siglas en kurdo, Partiya Karkerên Kurdistan) declaró una ofensiva armada contra el Estado turco. El PKK nace como organización unos años antes, en 1978, cuando un pequeño grupo de estudiantes kurdos liderados por Abdullah Öcalan decide crear una organización nacionalista de ideología marxista-leninista, tras comprobar como muchas organizaciones turcas de izquierdas compartían con el resto de actores políticos turcos su adhesión a la visión kemalista de la identidad turca como la única identidad étnica del Estado (Romano, 2006: 46). El surgimiento del PKK y su posterior consolidación como organización hegemónica del nacionalismo kurdo en Turquía supone un cambio radical en las propias características del nacionalismo kurdo, que pasa de su tradicional carácter reaccionario y conservador a unos marcos ideológicos fuertemente enraizados en el comunismo. Así, desde mediados de los 80 el movimiento nacionalista kurdo en Turquía presenta tres características principales en cuanto a su discurso: una clara orientación de izquierdas, apelación al sentimiento pan-kurdista y el uso recurrente de la memoria colectiva y de agravios presentes y pasados (Ibídem: 129). Sería incorrecto, sin embargo, interpretar que el PKK surge de la nada tras cuatro décadas sin manifestaciones significativas de identidad kurda y de oposición al Estado turco. Por el contrario, las bases de esta nueva insurgencia empezaron a formarse en los años 60, en lo que algunos autores califican como el resurgimiento del nacionalismo kurdo (White, 2000: 129-134), inspirado por un lado en el auge global de movimientos de liberación nacional y de izquierda [4], y por otro, en las revueltas lideradas por Mustafá Barzani en el Kurdistán iraquí contra el gobierno de Bagdad. Además, a nivel estatal, la polarización ideológica y la violencia política caracterizaron las décadas de los 60 y los 70 en Turquía, a lo que el ejército trató de poner fin con el golpe de Estado de 1980, más autoritario y represivo que las dos intervenciones militares anteriores en 1960 y 1971. Este contexto político a nivel estatal es clave para entender la estructura de oportunidades políticas en la que surge el PKK, así como las bases ideológicas de la organización y los recursos a su alcance.

La gran novedad que introdujo en el ámbito ideacional el PKK en su ascenso como grupo hegemónico del nacionalismo kurdo en Turquía fue la racionalización a través de una lectura marxista-leninista de los agravios históricos presentes en la memoria colectiva y de esa identidad pan-kurdista compartida entre grupos de diferentes estados (Ibídem: 169-199). El discurso comunista del PKK es fundamental tanto en su competencia con otros grupos kurdos que defendían una visión nacionalista a partir de una ideología más conservadora basada en el Islam, como para adquirir legitimidad más allá de su población de referencia (la kurda) en un régimen que tras el golpe de Estado de 1980 y la Constitución de 1982 se configuró sobre una base fuertemente autoritaria, kemalista en lo ideológico y neoliberal en lo económico. Sin embargo, el final de la Guerra Fría y más concretamente la Guerra del Golfo, que dio lugar a una autonomía de facto de los kurdos iraquíes bajo la protección de EE.UU., provocaron la obsolescencia de los marcos normativos del socialismo ortodoxo y sobre todo de la postura anti-imperialista, sobre las que se había basado el discurso de liberación nacional del PKK, al igual que otros muchos grupos insurgentes surgidos en los años 60 y 70. Ante esta nueva configuración internacional unipolar el PKK tardó en desarrollar su nuevo modelo ideológico, aunque el alto al fuego unilateral declarado en 1993 fue la primera muestra de una aproximación más abierta al acuerdo, derivada de la constatación de la imposibilidad de conseguir la independencia únicamente mediante las armas. Ya en 1998, poco antes de su captura en Kenia en febrero de 1999, Öcalan presentaba un plan de paz en el que ya no había referencias a la independencia del Kurdistán (Romano, 2006: 145-146). Los objetivos finales evolucionaron desde la independencia y la formación de un estado propio a algún tipo de autonomía dentro de Turquía o incluso la democratización de Turquía (especialmente en lo referido a los derechos de sus minorías) aunque ello no comportase una reordenación constitucional de la estructura estatal. La articulación definitiva de este nuevo marco ideológico tuvo lugar en 2005, con la publicación de un manifiesto escrito por Öcalan titulado Confederalismo Democrático, que recoge también muchas ideas ya expresadas en las alegaciones realizadas durante su juicio en los años 1999 y 2000.

Una bandera con el logo del PKK y la imagen de Öcalan. Fuente: Huffington Post

En estos ya más de 30 años, el conflicto ha provocado la muerte de 40.000 personas, desplazado a unos 3 millones de personas y sin duda ha contribuido a que las provincias de mayoría kurda sigan siendo claramente las menos desarrolladas económicamente de Turquía. El conflicto entre las milicias del PKK y las fuerzas estatales alcanzó su mayor intensidad durante los años 90, con el mantenimiento del estado de emergencia en varias provincias del sureste del país durante 15 años (1987-2002)[5], y la utilización por parte del Estado de tácticas de represión y contraterrorismo calificadas por la mayoría de observadores como guerra sucia[6]. Tras la captura de Abdullah Öcalan, el PKK declaró un alto al fuego unilateral que inició una nueva fase del conflicto caracterizada por un de-escalamiento de la violencia armada (Sarihan, 2013: 91-93), con sucesivos altos al fuego relativamente respetados por ambas partes e intentos de negociación para alcanzar una solución política que ponga fin al conflicto armado, aunque también con periodos de recrudecimiento de la violencia, como fue el caso en los años 2011 y 2012. La entrada en el gobierno del AKP de Erdoğan desde 2002 vino acompañada de una nueva aproximación al conflicto (Kurdish Opening) enfocada a la solución negociada del mismo y el reconocimiento de derechos civiles y culturales de los kurdos. Las negociaciones sobre el acceso de Turquía a la UE, que precisamente alcanzaron su punto culminante entre 2002 y 2005 antes de que se estancaran, también generó grandes expectativas sobre la posibilidad de lograr la paz, vinculadas a las múltiples reformas democratizadoras planteadas.

EL ÚLTIMO PROCESO DE PAZ (ENERO 2013 - JULIO 2015)

A comienzos del año 2013 se filtró en la prensa que el gobierno del AKP y los servicios de inteligencia turcos (MİT) habían iniciado conversaciones con Öcalan en otoño, con el conocimiento y participación del principal partido político pro kurdo (BDP, actualmente HDP). Este nuevo proceso de paz, conocido como el Proceso de Imrali (en referencia a la isla del Mármara donde se encuentra encarcelado Öcalan) se consolidó cuando en marzo de 2013 Öcalan pidió en un comunicado un alto al fuego indefinido y la retirada de todos los combatientes del PKK de territorio turco. Este gesto por parte del PKK era considerado desde el gobierno turco como una precondición necesaria para empezar las negociaciones políticas, mientras que el PKK y el HDP consideraban la retirada como la primera de las tres fases del proceso, a la cual deberían seguir una fase de reformas legales por parte del Estado y una última fase de normalización, entrega de las armas y pacificación total [7]. A diferencia del fracasado proceso de paz anterior entre 2009 y 2011, estas negociaciones han sido públicamente admitidas desde un primer momento, y por tanto, sometidas a un fuerte escrutinio mediático, donde el discurso público de ambas partes cobra una especial significancia.

Selahattin Demirtaş, co-lider del actual partido pro-kurdo, el HDP. Fuente: Today's Zaman


El optimismo existente durante los primeros meses dio paso a partir de septiembre de 2013 a un claro estancamiento del proceso debido a una creciente desconfianza entre las partes (Gunter, 2014: 19-26). El paquete de reformas democratizadoras presentado por el entonces primer ministro Erdoğan permitía el establecimiento de colegios privados con educación en kurdo (pero no así en el sistema público) y eliminaba restricciones lingüísticas en cuanto al uso del kurdo en mítines políticos, nombres de pueblos, carteles y carnets de identidad. Estas reformas, si bien impensables apenas unos años antes, tan sólo abordaban (parcialmente) una de las seis demandas principales de los grupos nacionalistas kurdos (la introducción de educación en kurdo), dejando fuera otras cinco demandas más controvertidas, tales como: (a) la amnistía a unos 5,000 presos condenados por actividades no violentas, (b) la mejora de las condiciones de prisión de Öcalan, (c) la reducción de la barrera electoral del 10% a nivel nacional para acceder al parlamento[8], (4) la expansión de libertades civiles y de asociación, o (5) la eliminación del PKK de la lista de grupos terroristas[9].

Además de la falta de avance en el plano político, a finales de 2013 el secuestro de cuatro soldados turcos cerca de Diyarbakır y la muerte de dos manifestantes kurdos en la ciudad de Yüksekova debilita aún más el proceso. El PKK comienza en esas fechas a acusar al gobierno turco de falta de voluntad para llegar a un acuerdo de solución definitiva del conflicto[10], lo cual es compartido también por algunos analistas que señalan la necesidad del AKP de no alienar a su base electoral más nacionalista, más numerosa en el oeste y centro del país, ante el inicio de un ciclo electoral clave con elecciones locales, presidenciales y parlamentarias en poco más de un año.


Durante la primera parte de 2014 el proceso de paz sigue estancado y comienza a perder relevancia mediática en los medios turcos frente a supuestos casos de corrupción que salen a la luz implicando al gobierno de Erdoğan. Por su parte, el PKK incrementa las acusaciones a Turquía sobre su alianza con grupos extremistas de la oposición siria vinculados con Al-Qaeda en su ataque contra los kurdos de Rojava, en el norte de Siria. Estas acusaciones siguen la línea de una corriente crítica (cada vez más extendida en EE.UU. y Europa) con la ambigüedad turca hacia grupos islamistas, como el Frente Al-Nusra, que empiezan a adquirir mayor protagonismo dentro de la oposición contra Al-Assad. No obstante, las acusaciones del PKK no señalan únicamente complicidad o tolerancia, sino que defienden la tesis de que Turquía estaría colaborando directamente con los yihadistas, especialmente con el Estado Islámico (EI), con el objetivo de terminar con la denominada Revolución de Rojava, iniciada en julio de 2012, que ha proporcionado hasta el momento autonomía de facto a los kurdos en Siria (Gunter, 2015b: 64-65). Estas acusaciones se vieron reforzadas, según muchos kurdos, con el inicio del asedio del EI a la ciudad fronteriza de Kobane, justo en la frontera entre Siria y Turquía, en septiembre de 2014. La ofensiva islamista atrae una gran atención mediática internacional y es percibida como una “amenaza existencial” hacia los kurdos y, el único grupo capaz hasta ese momento de frenar al EI, lo que convertía la caída de Kobane en una potencial amenaza para Occidente.

Este ataque provocó la huida de cientos de miles de refugiados inicialmente hacia Kobane, y posteriormente, según el EI avanzaba hacia la ciudad, hacia el otro lado de la frontera turca. El PKK, como ya lo había hecho anteriormente, llamó a sus simpatizantes, especialmente a “la juventud del norte del Kurdistán” a unirse a la resistencia, bajo el razonamiento de que la batalla por Kobane era una batalla en defensa de todo el Kurdistán. Ante la decisión de Turquía de cerrar el paso fronterizo hacia Siria, en contraposición con su política de puertas abiertas que ha mantenido durante la mayor parte del conflicto sirio, cientos de kurdos (tanto de origen turco como sirio) que pretendían pasar la frontera y unirse a las YPG se agolparon en el paso fronterizo y se produjeron enfrentamientos entre éstos y la policía y el ejército allí desplegados. Esta situación, marcada por la llegada de más refugiados procedentes de Kobane por un lado y por las protestas de aquellos que pretendían regresar para combatir por otro, se mantuvo durante los días posteriores. El 23 de septiembre la coalición internacional liderada por EE.UU. realiza los primeros ataques aéreos contra el EI en los alrededores de Kobane (para la cual Turquía se niega a ceder sus bases militares si la operación no tiene como objetivo el derrocamiento de Al-Assad). Esa misma semana el parlamento turco empieza a discutir en Ankara si autorizar al ejecutivo para realizar operaciones militares en Siria. Ambos eventos despiertan el optimismo de los kurdos, pero pronto se tornará en frustración ante la insuficiencia de los bombardeos para detener el avance del EI y por la pasividad del gobierno turco y su negativa a intervenir. A mediados de octubre, el gobierno turco llegó a un acuerdo con el Gobierno Regional del Kurdistán del norte de Iraq (GRK), con quien mantiene buenas relaciones, para permitir el paso por territorio turco a cientos de peshmergas (nombre de los milicianos kurdo-iraquíes) para combatir en Kobane. La intervención de los peshmergas del norte de Iraq fomenta el sentimiento de unidad entre “las cuatro partes del Kurdistán”[11], y rompe la posición de neutralidad de Turquía, aunque para los principales líderes kurdos fue muy poco y muy tarde.

La tensión escala poco a poco en la región hasta que el día 6 de octubre se producen masivas movilizaciones de protestas contra el gobierno por su pasividad respecto de Kobane, justo el mismo día que el EI entra en la ciudad. Por primera vez desde el inicio de la crisis por el asedio de Kobane, las protestas se extienden más allá de las ciudades de mayoría kurda del sudeste del país, produciéndose también masivas protestas en Estambul o Ankara, lo que produce un cambio de nivel en el conflicto (upward scale shift [12]), pasando las protestas de un nivel regional dentro de Turquía, limitado a las zonas fronterizas y de afluencia de refugiados, a adquirir gran relevancia en todo el país e incluso en Europa, con movilizaciones organizadas por la numerosa y organizada diáspora kurda. Estas manifestaciones se vuelven violentas por los enfrentamientos de simpatizantes del HDP y del PKK con la policía, pero sobre todo con grupos relacionados con Huda-Par, partido kurdo islamista asociado al movimiento radical sunní Hizbullah[13]. Los enfrentamientos dejan 35 muertos en apenas dos días y provocan la declaración de toque de queda en importantes ciudades como Diyarbakir, Siirt o Van. Las protestas se mantienen durante casi todo el mes de octubre tanto en Turquía como en Europa, aunque con niveles de movilización inferiores, declarándose el día 1 de noviembre como Día Mundial de Kobane, con un éxito relativo.


Este evento marcará un antes y un después en el ya de por sí mermado proceso de paz, siendo cada vez más frecuentes episodios esporádicos de violencia entre fuerzas armadas y guerrilleros del PKK, que han vuelto del norte de Iraq y han retomado sus posiciones en las áreas montañosas del sudeste de Turquía. No obstante, la liberación de la ciudad de Kobane a finales de enero de 2015, la llamada conjunta del Gobierno turco y del HDP para que el PKK abandone las armas en la denominada Declaración de Dolmabahçe un mes después, y el pacificador mensaje de Öcalan en la multitudinaria celebración del Newroz el 21 de marzo renuevan la esperanza en desencallar el proceso de paz y reanudar las negociaciones. Lamentablemente esta esperanza no tardará mucho en desvanecerse ante la proximidad de las elecciones generales del 7 de junio, en las que el AKP no quiere mostrarse demasiado dialogante con un HDP que por primera en la historia del movimiento político turco trata de superar la barrera electoral del 10% de los votos, lo que al final conseguirá, obteniendo el 13% de los votos y arrebatando al partido de Erdoğan la mayoría absoluta por primera vez desde 2002.

Apenas mes y medio después de este histórico triunfo electoral del partido pro kurdo, se produce un atentado suicida en la ciudad Suruç, perpetrado por el EI, que mata a 33 jóvenes voluntarios reunidos para ayudar en la reconstrucción de Kobane. El PKK acusa a Ankara de complicidad con el EI, y ese mismo día asesina a un soldado turco, y en los días posteriores la aviación turca bombardeará múltiples posiciones kurdas en Siria e Iraq en una campaña que inicialmente se suponía que tenía como objetivo combatir al EI. De esta forma se rompe definitivamente el proceso de paz, iniciándose una etapa de violencia que recuerda a los negros años 90 y que ha dejado casi 500 muertos desde las elecciones de junio (150 soldados y policías turcos, 180 miembros del PKK y 260 civiles), incluyendo el terrible atentado de Ankara del 10 de octubre en el que murieron 102 manifestantes convocados por asociaciones pro kurdas y de izquierdas en una marcha por la paz. Este clima de inseguridad ha coincidido con una enorme inestabilidad política por la imposibilidad de forma un gobierno de coalición tras las elecciones de junio, por lo que se convocaron nuevas elecciones generales el 1 de noviembre, tras las cuales el AKP salió enormemente beneficiado al recuperar la mayoría absoluta, mientras que el HDP perdió muchos votos y se mantuvo por poco por encima del umbral electoral que le da acceso al parlamento.

Celebración del Newroz (año nuevo kurdo) en la ciudad de Diyarbakir en 2014. Fuente: EFE


Así, el proceso de paz está definitivamente muerto, sin que exista ninguna esperanza de que se puedan reanudar las conversaciones en el corto y en el medio plazo. Parece claro que hasta que la guerra no acabe en Siria (lo cual tampoco parece cercano) y el AKP abandone su postura más militarista y dura (que le ha dado por otra parte grandes resultados electorales) el conflicto kurdo en Turquía, que ya dura más de 30 años, no podrá resolverse. Mientras, como siempre, los civiles serán los que sufran las peores consecuencias y los que sigan engordando las macabras estadísticas de uno de los grandes conflictos no convencionales de nuestro tiempo.



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NOTAS

[1] Aunque las cifras a veces varían según los autores, se trata de la estimación más comúnmente aceptada en la academia y la prensa. Para acceder a estadísticas más específicas (datos hasta 2010) puede consultarse: Sarihan, A. (2013) “The two periods of the PKK conflict: 1984-1999 and 2004-2010” (en Bilgin y Sarihan: 89-102).


[2] Previsto en los artículos 62-64 de dicho tratado. Texto original en McDowall (1996), 464-465.


[3] En este sentido, podría afirmarse que el proceso de state-building de la nueva república era indisociable para las élites kemalistas del proceso paralelo de nation-building, que entendían que la homogeneidad cultural era una condición necesaria para la estabilidad y supervivencia del nuevo régimen republicano. Buen reflejo de ello son los escritos de Ziya Gökalp, considerado el principal ideólogo del nacionalismo turco.


[4] Siendo la revolución cubana o las revueltas estudiantiles de finales de los 60 en Europa occidental una clara referencia ideológica y simbólica para grupos de izquierda, tanto turcos como kurdos (White, 2000: 161).


[5] La llamada región OHAL, por sus siglas en turco, encabezada por un “super gobernador” con poderes especiales, y con importantes garantías constitucionales suspendidas. Aunque esta estructura administrativa se desmontó en 2002, hasta 2004 el estado de emergencia se mantuvo en dos provincias (Diyarbakır y Şırnak). Jacoby, T. (2005) “Semi-Authoritarian Incorporation and Autocratic Militarism in Turkey”. Development and Change, 36 (4), 641-665.


[6] Sistema de “guardianes de aldeas”, ejecuciones extrajudiciales y detenciones masivas de simpatizantes, así como una Ley Antiterrorista fuertemente represiva y poco garantista.


[7] Explicitado en el comunicado del PKK de 25 de abril de 2013.


[8] Fijado en la Constitución de 1982 que siguió al golpe de Estado de 1980. Este umbral electoral tan elevado (de hecho el más alto del mundo) tenía un doble objetivo: por un lado, reducir la fragmentación de partidos en la Gran Asamblea Nacional, y por otro lado, evitar la representación de minorías concentradas territorialmente en determinadas provincias, pensando especialmente en la población kurda del sureste del país.


[9] La aplicación del término “terrorismo” a grupos insurgentes se hizo especialmente relevante en el orden global post 11-S, debido a que el paradigma de lucha antiterrorista internacional deslegitimaba automáticamente a cualquier grupo asociado internacionalmente con el terrorismo. Así, Turquía, pese al alto al fuego mantenido entre 1999 y 2004, cuando Turquía logra una importante victoria internacional al lograr que tanto la UE como EE.UU. incluyeran al PKK en su lista de organizaciones terroristas en 2002 y 2004 respectivamente.


[10] No sólo por la insuficiencia de reformas, sino también el supuesto aumento de personal militar en las provincias de mayoría kurda y la reanudación de proyectos de infraestructura rechazados por el PKK como la construcción de presas y de aeropuertos, aspectos que también son mencionados como agravios en muchos comunicados del HDP y del PKK.


[11] Frase empleada de forma habitual por el PKK y que apela al sentimiento pan-kurdista.


[12] “Increase in the number of actors and/or geographic range of a coordinated claim making”. Tilly y Tarrow (2007) Contentious Politics, p. 217.


[13] Sin ninguna relación con el grupo chií Hizbullah de Líbano. Se trata de un grupo islamista kurdo que en los años 90 se enfrentó militarmente contra el PKK, aparentemente en coordinación con fuerzas militares turcas, dentro de la estrategia de guerra sucia antes referida.

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