Á. Vacar: "El elitismo inexorable"
Álex Vacar
Estudiante del Grado en Filosofía, Política y Economía.
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
Antonio Machado
Tal vez sea el auge de la participación política la más ambiciosa expresión de candidez en los contingentes tiempos que nos ha tocado vivir. Gentes de lo más variopintas, desde parsimoniosos melenudos de estética contracultural hasta heterogéneos simpatizadores de un colectivismo nunca vivido en carne propia, comparten el idílico sueño del autogobierno y fantasean con un mundo en el que el debate legislativo pueda ser participado activamente por todos los miembros de la comunidad. Podemos, la joven promesa de la izquierda española, se dirige a este colectivo de personas nefelibatas. El asambleísmo, la construcción de procesos desde la base y el ejercicio del poder popular son rasgos identitarios que ocupan un lugar privilegiado entre los motivos de su discurso.
Es por ello que su reciente posicionamiento como actor político de la máxima relevancia lo ha situado en medio del proverbial conflicto entre el respeto por sus principios idiosincrásicos y el deseo de alcanzar los objetivos marcados. Está sobradamente demostrado que la participación activa y efectiva de la comunidad política en los procesos de toma de decisiones es tanto irrealizable como indeseable. A la luz del célebre postulado de Robert Michels, es irrealizable porque la formación de una élite que toma las decisiones importantes es ineludible en cualquier organización, realidad conocida como la ley de hierro de la oligarquía. Todo intento de implantar una estructura plenamente democrática y horizontal en una organización mínimamente compleja dificultará enormemente el funcionamiento efectivo de la organización y pondrá en riesgo su existencia, además de derivar en la creación de una élite fáctica a través de la canalización de los talentos y las aptitudes humanas, realidades que se imponen de forma natural a pesar del recurrente esfuerzo por negar lo innegable que promueven quienes acusan un nefasto exceso de bonhomía. Sin embargo, el votante arquetípico de Podemos es lego en tan relevante cuestión, y la participación colectiva en la toma de decisiones tiene para él un valor incontestable, comenzando por la democracia interna del propio partido. Aletargado por la fantasía de sus votantes pero despabilado por la acuciante realidad, Podemos se halla en una encrucijada.
"Está sobradamente demostrado que la participación activa y efectiva de la comunidad política en los procesos de toma de decisiones es tanto irrealizable como indeseable"
Pablo Iglesias, al contrario que muchos de sus votantes, no es un cándido desconocedor de los más básicos aspectos de la naturaleza humana, sino un líder taimado que ha estudiado concienzudamente las dinámicas subyacentes al funcionamiento de la sociedad y su sistema político. Para conocer bien el pensamiento de tan interesante personaje conviene alejarse de la prensa generalista y buscar las a menudo escondidas fuentes primarias, que ofrecen una visión cercana y veraz muy alejada del Pablo Iglesias mediático en constante campaña electoral. En una entrevista para el canal de Youtube Galiza ano cero (19 de agosto de 2014), al ser preguntado de qué forma debería articular la izquierda la relación con su electorado, responde: “Puedo hacer una respuesta bonita: participativo, listas abiertas, todo el mundo llegando, levantando la mano, dando su opinión, construyendo procesos desde la base… que luego ya se reunirán en una cafetería los jefes para tomar las decisiones importantes. No me interesa eso.”
Y, al ser interrogado sobre qué es hoy el liderazgo para la izquierda, prosigue: “Quien piense que la política no necesita de liderazgos para acumular poder, creo que está pensando de una manera ingenua o de una manera egoísta. (…) Las reglas de la política no las marcamos nosotros, la existencia de liderazgos no es un deseo, las reglas de la política no las marca una asamblea de gente ni una asamblea de vecinos, las marcan las relaciones sociales de poder. Igual que sabemos que la violencia es el fundamento último de buena parte de las relaciones y eso es repugnante, los liderazgos forman parte de la manera en que se construye la política; igual que sabemos que las tertulias de la televisión en general no nos gustan, sabemos que eso es lo que enseña a pensar a la gente. Yo creo que a la izquierda le hace falta despojarse de su sentido de la divinidad, de gustarse y masturbarse en su derrota que se convierte en una victoria estética y asumir que si quiere ser una alternativa de poder hay que dar la batalla en la suciedad de la realidad, porque la realidad es sucia. (…) No vamos a poder imponer que la política sean asambleas con toda la gente bien informada, opinando, respetando los turnos de palabra y tomando las decisiones por consenso, no funciona así.”

La propia evolución de los títulos de los programas electorales de Podemos ha terminado reflejando esta visión: mientras que el presentado para las elecciones al Parlamento Europeo de 2014 incorporaba en su título el adjetivo de colaborativo, en el destinado a las elecciones autonómicas de 2015 la portada incluye el compromiso del partido de gobernar para la gente y las propuestas participativas quedan relegadas a un subíndice que ocupa las dos páginas finales de un documento de setenta y cuatro, cuando en el anterior programa disfrutaban de un lugar destacado en el segundo de seis apartados y reaparecía de forma significativa en el quinto. De forma más elocuente todavía, el programa destinado a las elecciones generales de 2015 recoge en portada un marcadamente elitista e intelectualista queremos, sabemos, Podemos.
Podemos es un partido dirigido de forma totalmente deliberada por una cúpula consciente de hallarse en un nivel intelectualmente distinto al de las masas populares (1), compuesta íntegramente por expertos, muchos de ellos profesores universitarios provenientes del ámbito de las humanidades, sin un solo miembro del entorno propiamente obrero. Se demuestra así que esta élite del proletariado, tras haber investigado la sociedad y las leyes que a ella subyacen de forma intensiva, no solo conoce a la perfección la ley de hierro de la oligarquía, sino que apadrina de forma conscientemente falaz las proclamas participativas como mero medio para legitimar su discurso y obtener unos votos que perdería irremediablemente si se presentara ante la sociedad como un grupo de expertos que ofrece su conocimiento erudito a una masa irracional y desorganizada incapaz de funcionar sin adalides.
"Podemos es un partido dirigido de forma totalmente deliberada por una cúpula consciente de hallarse en un nivel intelectualmente distinto al de las masas populares, compuesta íntegramente por expertos, muchos de ellos profesores universitarios provenientes del ámbito de las humanidades, sin un solo miembro del entorno propiamente obrero"
En ningún caso se puede afirmar que Pablo Iglesias desdeñe por completo los ideales de la participación política y la deliberación, rasgos fundamentales de su partido. Sin embargo, estos han sido relegados al ámbito ceremonial, la posición más elevada que podrían ocupar sin disturbar gravemente el funcionamiento de la organización. Los círculos pueden deliberar, pero la toma de decisiones corresponde fácticamente al Consejo Ciudadano, mientras que la función de los miembros regulares es esencialmente avalar con su voto las decisiones tomadas por la cúpula. Según revelan los resultados de las elecciones generales de 2015, esta estrategia parece haber sorteado con éxito la problemática que conlleva defender públicamente la democracia participativa y practicar internamente la oligarquía. El parche no resuelve la inconsistencia, pero hacerlo no se incluye entre las posibilidades de la cúpula del partido.

Resultando evidente la imposibilidad de que el partido se rija por una auténtica democracia directa, se presentaría la alternativa de sincerarse con el votante medio y contarle que su opinión es bienvenida, pero como probablemente estará mal formulada y hacerle razonar llevaría demasiado tiempo o incluso sería imposible, ya decidirán los jefes por él en una cafetería. Semejante cambio discursivo situaría al potencial votante de Podemos ante el nuevo y plausible reto de elegir a unos jefes adecuados que se reúnan en la cafetería adecuada. De esta manera, tal vez, quien tuviera afinidades con el discurso de Pablo Iglesias quedaría persuadido de que la mejor forma de asegurar su bienestar no pasa por perderse en los quiméricos laberintos de la democracia directa, sino por elegir cómo sus representantes a quienes decidan por él en el bar Paco en vez de darse cita en el Ritz para discurrir sobre las encomiables maravillas del té camboyano.
Conclúyase que si el Círculo de Enfermeras hubiera llegado a hacerse cargo del partido, Podemos estaría acompañando en su resultado al Partido Animalista. La igualdad jurídica y el ideal de la igualdad económica nada tienen que ver con la capacidad, aptitud, suficiencia, competencia o desígnese como se quiera de una persona. Que lo propio de las enfermeras sea cuidar enfermos y lo propio del currito sea currar no implica desprecio ni desdén alguno hacia estas personas ni hacia sus actividades, todas ellas imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestra sociedad, sino que constituye el reconocimiento de una evidencia incontestable: es justo que cada uno se dedique a lo que le es propio. Resulta muy difícil defender lo manifiesto en un país guiado por la envidia, ávido por disfrutar la desgracia ajena y por sacar provecho de lo no merecido, lleno de expertos en todo que a lo sumo tocan libros que no hablan de nada, una nación que celebra abiertamente la incompetencia, la holgazanería y la ignorancia mientras los estudiantes brillantes son abandonados a su suerte ante la sobreprotección de quienes demuestran manifiesta insuficiencia, una España donde la voz de los intelectuales es crudamente ignorada y las genuinas grandes figuras yacen en los escombros del olvido colectivo. Entronícese pues el lego, gobiérnese a sí mismo el desidioso y celebre la hagiografía de Belén Esteban y sus acólitos. Poco importa que en el Ritz brinden por ello, todo sea para combatir al elitismo inexorable.
"Que lo propio de las enfermeras sea cuidar enfermos y lo propio del currito sea currar no implica desprecio ni desdén alguno hacia estas personas ni hacia sus actividades, todas ellas imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestra sociedad"
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(1) Bayo, E. y López, A. Pablo Iglesias: “Vamos a hacer el Gobierno de los Mejores”, Público, 15 de noviembre de 2014.
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