V. Shlevkov. "Los bichos aplastan a los pesticidas o revolución en Almería"
Vladimir Shlevkov Pronskiy
Graduado en Biología por la UAM y actualmente estudiante de máster de Agricultura Orgánica en la Universidad de Wageningen (Países Bajos).
Una nueva “Revolución Verde” está ocurriendo ante nuestras narices y casi nadie se ha enterado. Es la Revolución Verde Almeriense, que comenzó en el 2007 en los famosos invernaderos del sur de España. Se trata de la exitosa implementación del control biológico de plagas, una técnica que protege los cultivos sin emplear pesticidas. Se apoya, en cambio, en el uso de artrópodos (como crisopas, mariquitas o algunas especies de ácaros y chinches) que depredan a aquellos que dañan los cultivos (especialmente pulgones, mosca blanca y trips). Asimismo se emplean insectos parasitoides como algunas avispas, que depositan sus huevos dentro de los cuerpos de los insectos dañinos. Cuando las larvas eclosionan estas devoran al huésped durante su desarrollo. El truco reside en mantener las plagas a raya al mismo tiempo que se asegura un mínimo para que sus depredadores sobrevivan y controlen la población, manteniendo un continuo equilibrio ecológico.
Si bien es sabido que los pesticidas, usados intensamente desde la II Guerra Mundial, han ayudado a la producción de alimentos a nivel industrial, sus consecuencias negativas sobre el medio ambiente, los granjeros y los consumidores no tardaron en aparecer, como en el caso del DDT. Además, el uso intensivo de estos productos lleva al desarrollo de resistencias por parte de las plagas, de manera similar a las resistencias bacterianas cuando consumimos antibióticos en exceso. Para mejorar la sostenibilidad de la agricultura la UE, en el año 2005, prohibió el uso de hasta el 75% de los compuestos químicos que se encuentran en los pesticidas, disminuyendo, por tanto, su variedad. Sin embargo, las plagas se adaptan mejor a un reducido número de compuestos químicos, desarrollando resistencia más rápidamente. A esta urgencia se suma la demanda social de un menor uso de pesticidas en los productos, especialmente los hortícolas y frutales.

Avispa parasitoide depositando huevos en el interior de un pulgón
Por lo tanto, era el momento de encontrar medios alternativos y en el 2007 comenzó a implantarse el control biológico en los invernaderos de Almería, hecho estimulado además por la detección de trazas de isofenfos metil (un pesticida no autorizado) en pimientos el año anterior. El hecho de que estas medidas se hayan aplicado en Almería es de gran importancia ya que se trata de la “huerta de Europa”, con una superficie destinada a la agricultura de más de 40.000 hectáreas y que en 2015 facturó 2.400 millones de euros, el 40% de la región.
La impulsora de estas medidas ha sido en gran medida la Consejería de Pesca y Agricultura de la Junta de Andalucía que, invirtiendo 21 millones de euros en la campaña 2006-2007, expandió el control biológico de plagas de 538 a 11.500 hectáreas en tan solo un año o, en otras palabras, el equivalente a un tercio de la producción hortícola de invernadero de Almería. El año siguiente este área aumentó a las 18.000 ha. Para 2015 las ayudas ascendieron a 45 millones de euros, incrementando el área a 26.000 ha. Actualmente el pimiento (unas 9.000 ha) goza de una producción 100% libre de pesticidas, mientras que el 80% del tomate se produce bajo control biológico (cerca de 9.000 ha).
El éxito de estas medidas en el melón, el pepino y la sandía (unas 6.000 ha en total) son algo menores, en el rango del 30%-60%. Estos cultivos aún son difíciles de gestionar sin el uso de pesticidas debido a la aparición de plagas secundarias que no son objetivo de los depredadores empleados. Asimismo algunas plagas son vectores de virus que afectan a los cultivos, por lo que los agricultores prefieren eliminarla completamente que mantener una población mínima controlada por medios biológicos.
Conservar un equilibrio ecológico en los invernaderos implica la adquisición intensiva de conocimiento y un monitoreo constante que pueden desmotivar al agricultor. Pero junto a las instituciones gubernamentales existen centros que contribuyen a la investigación y difusión de estos conocimientos entre los productores. Destacan la Estación Experimental (E. E.) de Cajamar Caja Rural Las Palmerillas y la de E. E. de Zaidín-CSIC, que han dedicado el esfuerzo de dos décadas a la investigación, la implementación y la mejora continua de estas técnicas.

Invernaderos en la costa de Almería
A nivel financiero, el control biológico ha demostrado ser una tecnología muy rentable ya que ahorra los costes de la frecuente aplicación de pesticidas. Además, las constantes ayudas por parte del gobierno son un gran estímulo para los granjeros, que están convencidos de que esta tecnología seguirá expandiéndose. Así, con un serio apoyo y esfuerzos en la formación técnica de los productores, se ha conseguido elevar la sostenibilidad de la producción agraria en una de las regiones productoras más importantes de Europa en menos de una década. No solo ha aumentado la calidad del medioambiente sino la de los productos, ajustándose a la mencionada demanda por parte de la sociedad.
Por último, en el contexto de la “sostenibilización” de la agricultura, el arrollador éxito del control biológico facilita al agricultor la adopción de la certificación orgánica (concedida por la UE), por lo que en el futuro estos productos podrán gozar de precios mucho más competitivos y llegar a mayores segmentos de la población.
Aunque la Revolución Verde Almeriense haya pasado desapercibida por la mayoría de los ciudadanos no ha sido solo un ejercicio de voluntad política para ajustarse al cambio económico y social por una producción más sostenible, sino que es un caso más de un modelo ya presente en otras regiones de intensa producción hortícola de invernadero como Westland, cerca de Amsterdam (Países Bajos) y la provincia de Shandong (China).
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