G. Santacruz. "Meter la cabeza dentro del pozo"
Guillem Santacruz Gómez
Estudiante de dramaturgia en el Institut del Teatre de Barcelona. Poeta y escritor.
Así define Roberto Bolaño la literatura más admirable:
"(...) calidad de la escritura. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente también lo puede hacer cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso."
La buena literatura, para Bolaño, es oscuridad. Pero una oscuridad que desprende una especie de luz cegadora. Y todo ello contenido en el interior de la misma bombilla que es lo único que alumbra al escritor, que tiene la mirada fija en la pantalla del ordenador. Escritores como los que aparecen en La literatura nazi en América (en adelante, LNA).
El poeta Mario Santiago. Fuente de la imagen: www.poetasdelfindelmundo.com
La LNA es una novela valiente. No porque plantee asuntos periodísticos que pongan en juego la vida del autor. Eso corresponde al mundo de las posturas y el bienpensar, elementos bastante ajenos a la literatura y al libro y al escritor del que trata este artículo. La valentía de la LNA reside en que Bolaño mete la cabeza dentro del pozo, que es una metáfora (y por lo tanto, distante de la razón y de la lógica). Ésta podría explicarse como el acto de entrar en territorios tenebrosos en los que brilla el sol, escribir enfrentándose a los demonios propios y de un colectivo. Digo podría porque no es algo que se pueda definir, por eso se utiliza una metáfora y no una definición. En cualquier caso, es una propuesta poética para abordar la novela. Hay que meter los pies en un río cristalino plagado de pirañas. Lo más probable es que el escritor sea su presa, una lubina perdida en el Amazonas, en que los dientes son palabras.
Bolaño siempre se consideró un poeta. Igual que Rimbaud o que Mario Santiago. Una apuesta a todo o nada. Lo que él llamaba el poeta adolescente contrapuesto al poeta adulto (Baudelaire). Una vez más, creo que aquí no se trata de rigor crítico o filológico o como se le quiera llamar, sino de intentar acercarse a una visión poética. Se trata del riesgo, de que la literatura no sea una ocupación, que sea una carretera plagada de curvas en la que cada día ocurran accidentes y desastres mortales que nos devuelven a la vida, es decir, un peligro.
Los protagonistas de la LNA tienen impreso este espíritu. Están poseídos por esta visión de la poesía. Por otra parte, son nazis o tienen algo que ver con ellos. No es casualidad: el nazismo es la oscuridad por antonomasia, el mal absoluto. Pero los personajes también son originarios de América. Es mi opinión que su oscuridad proviene más de su condición de americanos que de nazis, que me parece casi circunstancial. Es el horror de un continente cuya historia ha tenido lugar (evito utilizar un verbo como avanzar o progresar) a empellones. No se trata de una especie de exotismo que pueda llevar a millares de turistas europeos a montarse en aviones en dirección a América. Eso sería banal. Así es como escribiría uno de esos autores que escriben sobre asuntos importantes en los que les va la vida. No es eso. Bolaño es un escritor muy leído, pero también muy rico. Son dos circunstancias que raras veces coinciden. Como es obvio, la más importante es la segundo. También se venden muchos manuales de instrucciones para montar muebles. De hecho, en la literatura española actual abundan los ejemplos.
En cualquier caso, los escritores de la LNA son gente valiente porque comparten esa visión poética de vivir en el alambre, rozando la caída. Muchos caen o se arrojan por el precipicio. Son vidas al límite. Son poetas, en definitiva.
Tampoco se debe extraer de ello un ideal sentimental. Bolaño decía de sí mismo que era un cursi, pero creo que lo que no era es sentimental. Podría afirmarse que era un romántico. Sentimental es ser apasionado fuera de lugar, hablar exageradamente de los sentimientos, especialmente del amor, en un tono grandilocuente. Romántico es aquel que afronta la vida y la literatura con valentía, sabedor de que habrá otras cosas, pero nada tan importante ni salvador. Soy consciente de que el romanticismo y el significado de lo romántico es algo mucho más amplio e intrincado, pero creo que los poetas y novelistas actuales de veinte años haríamos bien adoptando los valores de valentía y coraje.
El espíritu de la novela, esta concepción de lo poético, que reina en la LNA ha quedado más o menos clara. Ciertamente, no es algo que se pueda entender, sino más bien algo que se intuye y que se siente. Hablemos ahora de los aspectos técnicos de la novela. Pasemos revista a los dos elementos, a mi juicio, más importantes de la novela: argumento y personajes.
Si estamos de acuerdo en que un argumento es el motor de una novela, algo que la hace avanzar, estaremos de acuerdo en que todas las novelas lo tienen. La LNA también. Pero está claro que hay diversas maneras de entender el argumento. Hay argumentos voladores y argumentos subterráneos. Un ejemplo del primero lo constituye cualquier novela de misterio, policíaca o realista. Está claro lo que se busca resolver y está claro que la novela acabará cuando ello se encuentre. Estos argumentos vuelan porque van en línea recta y si dan algún giro es para volver a la rectitud original. Además, todo se observa desde arriba y, más tarde o más temprano, el fondo del asunto se dilucidará. Estos argumentos vuelan porque se lo miran todo desde arriba y existe una dirección, se vislumbra el horizonte.
Luego están los argumentos subterráneos, como el de la LNA. Estos caracolean todo el rato, están envueltos en oscuridad, podrían acabarse en cualquier momento e igualmente los lectores no tendríamos la sensación de que falta algo. En la LNA nos encontramos mil historias diferentes que intuimos que tienen algo que ver entre ellas pero no mantienen una unidad expresa en el sentido de introducción, nudo y desenlace. Es como los presos que cavan un túnel para escapar de la prisión pero que ignoran el punto del exterior en el que van a salir. Esto comprende sus riesgos y sus peligros: podrían salir en medio de una explanada en que los guardias los divisaran fácilmente e incluso les dispararan, como ocurre en las películas del género. Aunque también podrían salvarse. Eso ya es asunto del lector. La LNA es el túnel.
Por otra parte, los personajes de la LNA son muchos. Al ser esta novela un juego en el que se presenta una antología ficticia de autores, los personajes abundan. Si hay un protagonista, ese es el espíritu poético de antes, que se aparece en todos los autores nazis americanos como un fantasma que los va poseyendo. Creo que esto es importante: los individuos comparten algo de manera que no llegan a ser movimiento ni etiqueta. En cualquier caso, los personajes de la novela son explicados, no narrados. Es decir, leemos sus vidas, lo que les ocurre más o menos desde que nacen hasta que mueren. Por supuesto que esta novela es una narración, pero el tono, los datos y las historias contenidas hacen pensar más en personajes extraterrestres que no en los personajes típicos de las novelas con introducción, nudo y desenlace. No hay intimidad. Los personajes se explican con la distancia del estudioso.
¿Qué podemos aprender de esta novela? Que la literatura es para valientes. Los aspectos técnicos van asociados con la actitud de valentía pero son variables y tenemos la obligación de hacerlos avanzar. Y no se trata de imitar a Bolaño, sino de compartir con él la visión acertada de que los buenos escritores siempre han sido valientes, es decir, poetas. No hace falta complicarse más. La LNA es, en mi opinión, principalmente esto: meter la cabeza en el pozo con los ojos y la boca abiertos.