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A. Ciordia. "Las series de televisión como poder blando de Turquía. ¿Neo-otomanismo cultural?&q

Alejandro Ciordia Morandeira


*El presente artículo fue inicialmente escrito para el blog de la asignatura de Ideologías y expresiones culturales, perteneciente al Máster en Estudios Árabes e Islámicos Contemporáneos (MEAIC) impartido en la Universidad Autónoma de Madrid.



Mucho se ha escrito desde la llegada al poder del AKP de Erdoğan en 2002 sobre la creciente influencia de Turquía como potencia regional en Oriente Medio, e incluso como potencia emergente a nivel mundial. La mayoría de análisis se suelen centrar en el fuerte crecimiento económico de los últimos años, en su enorme capacidad militar o en su influencia diplomática multilateral (ejemplificada por el éxito inicial de la política de “cero problemas con los vecinos”, al menos hasta el estallido de las Primaveras Árabes). Sin embargo, son menos los analistas de relaciones internacionales que destacan la creciente influencia cultural turca en otras partes del mundo (especialmente en los antiguos territorios del extinto Imperio Otomano), componente fundamental de lo que Joseph Nye acuñó como "poder blando" (soft power).


Cartel promocional con los principales personajes de la serie Muhteşem Yüzyıl.


De la misma forma que la proyección internacional de Hollywood ha sido y es fundamental para entender la posición de EE.UU. como superpotencia mundial, el máximo exponente de la industria cultural de masas de origen turco es también audiovisual, aunque no tanto por sus largometrajes, sino por sus producciones de ficción televisiva. El auge en la producción de telenovelas y series de ficción en Turquía es un fenómeno relativamente reciente, comenzando a partir del año 2005 con el éxito sin precedentes de la telenovela Gümüş (“Plata”).

Trailer de la serie Gümüş (en turco, subtitulado en inglés)

Si en 2004 la exportación de ficción televisiva turca generaba apenas 10.000 dólares, en 2012 esta figura había aumentado hasta los 200 millones de dólares, casi doblando la facturación cinematográfica nacional total. Sería imposible enumerar todas las telenovelas que han tenido éxito fuera de Turquía en la última década, pues las más de 50 producciones anuales inundan muchos países árabes y balcánicos como hace unos años la televisión española era colonizada a la hora de la siesta por las telenovelas mexicanas y venezolanas, pero esta vez además en prime time. No obstante, no se puede dejar de mencionar Aşk-ı Memnu (“Amor Prohibido”), emitida entre 2008 y 2010, adaptación en el Estambul contemporáneo de la novela homónima de 1899. La trama, como indica el título, está llena de poliedros amorosos (porque los triángulos se quedan cortos) entre los personajes, que complican hasta límites inimaginables la vida de estos miembros de la jet-set estambulí, hasta su dramático final en 2010, en un último capítulo que batió todos los records, logrando un impresionante 74% de cuota de pantalla.


Trailer de la serie Aşk-ı Memnu (en turco, subtitulado en inglés)

La mezcla de importantes similitudes culturales y lingüísticas con un cierto exotismo y un contenido más liberal (estando el alcohol y el amor preconyugal muy presentes) puede explicar el gran éxito de audiencia de estas producciones en los países árabes. Sin embargo, no todo son telenovelas de complicadas tramas amorosas, también hay espacio para otros géneros, entre ellos la ficción histórica. Siguiendo una tendencia mundial que comenzó con la anglosajona “Los Tudor” y que en España ha pegado fuerte primero con “Isabel” y recientemente con “Carlos, Rey Emperador”, en Turquía también tienen su equivalente: Muhteşem Yüzyıl (“El siglo magnífico”), emitida entre 2011 y 2014, cuya trama se desarrolla en torno al reinado del sultán Süleyman el Magnífico durante la primera mitad del S.XVI, periodo de máxima expansión y gloria del Imperio Otomano. La maratoniana serie, compuesta por nada menos que 139 capítulos de prácticamente dos horas de duración cada uno, contó con casi 5 millones de dólares de presupuesto y ha sido vendida a más de 56 países.


Trailer de la serie Muhteşem Yüzyıl (en inglés)


Pese a su evidente éxito de audiencia dentro y fuera de Turquía, esta macro producción no se ha librado de duras críticas. En Turquía y en algunos países árabes los sectores más conservadores la han calificado como inmoral, como ya había pasado antes con otras series, en este caso por la excesiva relevancia en la trama de las intrigas del harén y la omnipresencia de escotadas concubinas, que dibujan un ambiente cortesano dominado por la lujuria y el hedonismo, lo cual se considera impreciso históricamente e impropio de la cabeza política del Imperio y Califa de los musulmanes suníes. Incluso el propio Erdoğan se manifestó públicamente en este sentido. Por otro lado, en los Balcanes, donde la serie ha sido líder de audiencia en varios países, grupos nacionalistas han denunciado estas adictivas series turcas como una perniciosa influencia neo-imperial por un poder externo que les tuvo subyugados durante siglos. Por ejemplo, en Grecia, tanto el partido de extrema derecha Amanecer Dorado como el obispo ortodoxo de Tesalónica se han manifestado en contra de la serie al considerar que es una forma de rendición frente a los turcos. Pero el caso más llamativo se encuentra en Macedonia, donde el parlamento aprobó en 2012 una ley que prohibía emitir series de origen turco en prime time, reemplazándolas con producciones nacionales.


Volviendo a Nye y al ámbito de las relaciones internacionales, el influjo de la ficción televisiva turca en aquellos países que hace apenas un siglo ganaron la independencia del Imperio Otomano podría interpretarse como la dimensión de poder blando de una estrategia neo-otomanista promovida desde Ankara. El neo-otomanismo es un término acuñado por los críticos nacionales e internacionales del AKP para referirse a la doctrina que propugna una visión de continuidad histórica de la República con el legado otomano (frente al énfasis kemalista en la ruptura), que en política exterior se ve reflejado por un giro hacia Oriente Medio y los Balcanes, abandonando el tradicional enfoque europeísta y pro-occidental.


Erdoğan rodeado de guardias vestidos con armaduras tradicionales otomanas

en una recepción oficial en el Palacio Presidencial de Ankara en enero de 2015.


Si bien es cierto que las series turcas generan las mayores audiencias precisamente en los antiguos territorios otomanos, se trata de un fenómeno más amplio que también se ha extendido a países túrquicos de Asia Central y a otros países musulmanes no árabes como Pakistán. Además, como ya se ha mencionado, el gobierno del AKP se ha mostrado tremendamente crítico con muchas de estas producciones televisivas, pues el supuesto libertinaje que reflejan no corresponde con la “moral propia de Turquía” que el partido de Erdoğan defiende y promueve. Por tanto, no podemos afirmar que el impacto internacional de las series turcas forme parte de un ambicioso plan neo-otomanista del gobierno en política exterior, pues aunque algunos de los efectos del fenómeno televisivo turco coinciden con los planes de Ankara, los valores sociales con los que se representa al país a través de la pequeña pantalla entran en directa contradicción con el proyecto de islamización social del AKP. Así, vemos como los instrumentos de poder blando que se enmarcan dentro de la llamada diplomacia cultural, directamente controlados por el ejecutivo (como el instituto lingüístico Yunus Emre o la agencia para la cooperación y el desarrollo TIKA), promueven una visión de la sociedad turca en abierta contradicción con lo que los telespectadores internacionales perciben a través de la industria cultural, más secular e independiente del gobierno. Esta contradicción no es ni mucho menos negativa, pues refleja la realidad plural de la sociedad turca que, pese a los deseos del “sultán” Erdoğan, es imposible de ocultar.




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