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A. Duque y E. Higueras. "And the Oscar goes to... Polémicas raciales, feministas y galardones e

Alberto Duque Iglesias

Elena Higueras Pajares

La 88ª ceremonia de los Oscars ha dejado premios muy esperados y alguna que otra sorpresa. Fiel reflejo de lo que ocurre en la sociedad, las películas se modernizan, los discursos se vuelven reivindicativos. Aunque la alfombra roja haya sido una de las más sosas de los últimos años, los ganadores y los nominados no lo han sido, y los temas de denuncia social han estado más presentes que nunca. En la noche más glamurosa del año, ¿es oro todo lo que reluce?


Chris Rock, presentador en la gala de los Oscars. Fuente: EFE



El hashtag #OscarsSoWhite inundó las redes cuando Jada Pinkett Smith anunció su boicot a la Academia, al no estar su marido, Will Smith, entre los nominados de este año. La actriz criticó duramente la falta de diversidad racial, ya que los veinte nominados a un premio por su interpretación eran blancos. Inevitablemente, se abrió el debate sobre la discriminación positiva y el racismo en Hollywood. Cabe plantearse, sin embargo, si la culpa debemos colocarla en la Academia o en la industria cinematográfica, que no ofrece suficientes papeles de este tipo a actores que no sean blancos. Whoopie Goldberg, ganadora de un Oscar, respondió a Jada Pinkett Smith que no ir a la gala sería “una bofetada” para el presentador de la gala, el también afroamericano Chris Rock, y que el boicot debería hacerse contra las películas y no contra los premios.



El problema de la diversidad racial y el fenómeno whitewashing

Chris Rock tomó el toro por los cuernos y abrió la gala con varios chistes sobre la exclusión como, por ejemplo, que deberían poner una categoría de “Mejor amigo negro” para que pudieran ganar premios. Aun así, entre bromas acabó por soltar una dura crítica: "En los años 50 ó 60 no había negros nominados y no protestábamos porque teníamos cosas más importante por las que protestar: nos pegaban, nos linchaban, nos colgaban de un árbol”.


No sólo es un problema que haya poca diversidad racial entre los personajes, sino que en ocasiones se eligen a personas blancas para interpretar papeles de otras etnias. Este fenómeno se conoce como whitewashing, y pese a parecer cosa del cine de los años 60 (como la infame parodia de un ciudadano japonés que hizo Mickey Rooney en Desayuno con diamantes); en los últimos años han sido especialmente comentados la elección de Ryan Gosling como Príncipe de Persia, o Emma Stone como una joven de ascendencia asiática y hawaiana en Aloha.


Pese a la polémica, la ceremonia fue un éxito. El merecido galardón que recibió Leonardo DiCaprio por su papel en la película El renacido, brindó al actor la oportunidad de lanzar un alegato ecologista al mundo, contra la amenaza que supone el cambio climático. Esta no es la primera vez que DiCaprio ha mostrado al mundo su compromiso con la problemática del calentamiento global. Él mismo se define como “actor y ecologista”, una faceta de su vida que compagina a través de una fundación que lleva su nombre y preside. El objetivo clave de la Fundación Leonardo DiCaprio es trabajar por la salud y el bienestar de todos los habitantes del planeta.



DiCaprio y la amenaza “urgente” del cambio climático


Leonardo DiCaprio. Fuente: Reuters



El renacido es una película sobre la relación del hombre con la naturaleza y el pasado año 2015 fue el más caluroso del que tenemos registros” señaló el actor en su discurso. “El cambio climático es algo real, está sucediendo en estos momentos y es la amenaza más urgente a la que se enfrenta nuestra especie y tenemos que trabajar juntos para hacerle frente”, sentenció. DiCaprio cerró su discurso con un contundente “No demos este planeta por sentado”, antes de despedirse del público del Teatro Kodak entre aplausos. En la rueda de prensa posterior a la gala, el actor fue preguntado por su motivación a la hora de escoger el tema del cambio climático en su discurso: “Quise hablar de la mayor crisis existencial que ha vivido nuestra civilización” respondió el actor, justificando que la plataforma de los Oscars le permitía dirigirse a “millones de personas”.


Una casi desconocida Brie Larson se hizo con la estatuilla a mejor actriz por su desgarradora interpretación de una joven adolescente secuestrada durante años en La habitación, una victoria más que merecida. Entre las nominadas al premio de mejor actriz se encontraba la ganadora de hace dos años, Cate Blanchett, que parece haber superado el techo de cristal que encuentran las actrices al dejar atrás la juventud, por la falta de papeles interesantes para ellas. En esta edición no es un punto que podamos criticar, ya que también estaba nominada la veterana actriz británica Charlotte Rampling.


Alicia Vikander, por La chica danesa y Mark Rylance, por El puente de los espías, fueron los mejores actores de reparto.



El renacido: Un argumento que no está a la altura de su duración


El director mexicano Alejandro González Iñárritu repitió como mejor director, tras vencer en esa misma categoría el año pasado con Birdman. La película se hizo también con el premio a mejor fotografía, algo poco sorprendente, ya que se filmó casi por completo en exteriores y con luz natural, mostrando impresionantes paisajes de las Montañas Rocosas, la reserva india de Morley, Montana y Argentina. Iñárritu comentó que si bien estaban rodeados por un paisaje increíble, éste es el peor lugar para un productor para hacer una película. Añadió que nunca volverá a hacer otra película como esta, porque "soy un loco, pero no un estúpido".


Sin embargo, esta abundancia de escenas de naturaleza le ha valido críticas mixtas entre el público. Me comentaron recientemente que “para ver El renacido, puedes ponerte un documental de la 2”. Aunque en cuestión de imagen e interpretación es una obra maestra, el argumento no está a la altura de sus tres horas de duración, siendo previsible durante casi toda la película. Apostar por un cine artístico a costa del entretenimiento del espectador es una opción arriesgada pero por la que se decantan cada vez más directores, especialmente al ser más frecuentes las películas de una duración más larga. La gran apuesta y La chica danesa también pecan de llevar esta “licencia para extenderse” demasiado lejos.


Cabe destacar también el papel de los nativos americanos en la película. A veces sanguinarios y a veces aliados, presentan una versión realista de los pueblos de América del Norte, que se aleja de la demonización de los westerns y de la idealización del “buen salvaje”, con cierto tufo de condescendencia, que encontramos en películas como Bailando con Lobos, en la que, por supuesto, el papel principal es de un actor blanco. Iñárritu contrató un elenco de nativos americanos para esos papeles. Parece que Hollywood ha avanzado desde la época en la que Marlon Brando protestó contra la representación de los nativos en las películas, al enviar a la activista apache Sacheen Littlefeather a recoger su premio Oscar en 1972.


La gran sorpresa de la gala fue Spotlight, galardonada con el Oscar a la mejor película. Un film protagonizado por Michael Keaton, Mark Ruffalo y Rachel McAdams que reconstruye la investigación realizada por el diario “The Boston Globe”, que destapó el escándalo de decenas de curas pederastas en Boston. No había una clara ganadora aquella noche pero se puede decir que el pastel estaba repartido entre Spotlight, El renacido y Mad Max. Hay diferentes opiniones sobre si la Academia decidió premiar el contenido por encima de la calidad de la película. Sin embargo, pese a haber arrebatado el mayor premio de la velada a los trabajos de Iñárritu y George Miller, el golpe más duro se lo llevó The Martian, de Ridley Scott, que se presentaba con siete nominaciones, incluyendo el Oscar a la mejor película y abandonó el Teatro Kodak de vacío.

Carol, la formidable adaptación de la novela de Patricia Highsmith, se quedó sin nominación a la mejor película. Esto hizo correr ríos de tinta virtual, ya que era una de las favoritas de la crítica. Vanity Fair, junto con otros bloggers, han culpado de esta exclusión a que la película está basada en la historia de amor de dos mujeres, algo que no tiene tanta acogida entre el público como otros géneros. Cuesta encontrar otra justificación, ya que la película es impecable en lo que a estética, guión, dirección e interpretación se refiere, además de ser un alegato a la independencia de las mujeres.



Mad Max barre en los galardones técnicos


Mad Max ha sido la favorita indiscutible en lo referente a los aspectos técnicos. Premios al mejor maquillaje, diseño de producción y vestuario que muestran la valoración de la Academia al impecable trabajo realizado por las caras menos visibles de una producción. El despliegue de medios en su proceso de grabación la distanciaban notablemente de sus competidoras en la carrera por estos Oscars, si bien es lógico pensar que La Cenicienta, La chica danesa, El renacido o Carol también habrían sido justas merecedoras del Oscar al mejor vestuario.

Escena de la película de Mad Max. Fuente: The Rage

Escena de la película Mad Max. Fuente: The Rage


No obstante, centrándonos únicamente en el diseño de producción, es posible que entre la inversión económica, los efectos especiales y un reparto ejemplar, perdiéramos la esencia de lo que supone una realización original. Una en la que la falta de recursos técnicos o las limitaciones de las localizaciones enfrentan al director y al resto de su equipo a un verdadero reto para su grabación. The Room presenta estos handicaps de realización, con un espacio reducido y decorados y vestuarios adaptados a las necesidades del guión. El reto era conseguir recrear todo un mundo entre cuatro paredes a través de diálogos interiores cargados de imaginación y planos detalle de elementos cotidianos. The Room consigue introducirnos, plano a plano, en un mundo imaginario y perturbador, que constituye una realidad al margen de lo que existe fuera de la habitación.


Es posible que no pudiera competir con el despliegue de medios de Mad Max y el resto de películas nominadas para este premio, pero la creatividad que demuestra su realización la hace merecedora de una mención especial y el reconocimiento de la crítica.


Mad Max: Furia en la carretera se convierte en un ejemplo de película feminista. Sin discursos reivindicativos ni sentimentalismo, Imperator Furiosa, la luchadora interpretada por Charlize Theron, toma la pantalla sin necesidad de decir, directa ni indirectamente, “soy guerrero a pesar de ser mujer”. Un personaje creíble y lleno de fuerza que, al igual que Rei en Star Wars Episodio VII (nominada por sus efectos especiales), trae un nuevo modelo de mujer a las pantallas. Las esposas que son rescatadas por Furiosa y Mad Max muestran las secuelas del abuso sexual sin necesidad de escenas escabrosas, sin recrearse en ello: no son víctimas, son supervivientes. Mad Max, interpretado por Tom Hardy, no se siente intimidado por Furiosa ni desarrolla con ella un romance (o la típica tensión sexual de las películas de acción), con lo que el personaje femenino de la saga deja de ser “la chica”, un complemento al héroe, para ser, por fin, una heroína por derecho propio. Todavía me emociono al pensar en el paso tan grande para la lucha por la igualdad que esto supone.



Una producción que amenazó el ecosistema del desierto de Namibia


A pesar de ello, algunos fans de la saga lo han calificado de “propaganda feminista”, por el personaje de Furiosa y por la aparición de un grupo de mujeres, que representan el nacimiento de la vida a través de la agricultura (una “propaganda feminista” que lleva existiendo desde el Paleolítico, por otra parte). Afortunadamente, los que opinan así son los menos, y la crítica ha alabado con creces Mad Max. Sin embargo, la producción de la película ha sido duramente criticada por activistas ecologistas, ya que al rodar las escenas de persecuciones en el desierto de Namibia, se puso en grave riesgo el equilibrio del ecosistema.


Brooklyn, nominada a mejor película, mejor actriz y mejor guión adaptado, no se llevó a casa ninguna estatuilla, una lástima, ya que la película tiene los toques nostálgicos propios del cine antiguo que hacen de las películas clásicos. Saoirse Ronan interpreta una joven que vive la soledad, las dificultades para adaptarse, y el corazón dividido de los que emigran a otro país; además de sus dificultades para volver a adaptarse a la sociedad más conservadora, siempre pendiente del vecino, de la Irlanda rural al volver a casa. La película tiene, además, una ventaja sobre sus competidoras al Oscar: sin descuidar el aspecto artístico, no se centra en él, sino que es el marco para un argumento, unos personajes, en fin, una película. Después de ver varias de las nominadas con el ojo crítico de los cinéfilos gafapastas (culpable), es la primera que vi que me permitió meterme de lleno en la historia. Y a veces echo de menos hacer eso.


Pixar mantuvo su hegemonía en la categoría a la mejor película animada gracias Inside Out. Una cinta dirigida por Pete Docter, guionista de Up y Wall-E, y Ronnie del Carmen, responsable artístico de películas como Ratatouille y Buscando a Nemo. Aunque, desde un principio se postulaba como la favorita de la crítica, la presencia de un trabajo del estudio Ghibli entre las nominadas siempre hace dudar sobre el resultado de esta categoría. When Marnie Was There ofrecía una historia tierna en la línea del resto de trabajos del estudio, pero con una animación carente de la originalidad de sus predecesoras como Mi vecino Totoro, El viaje de Chihiro o El castillo ambulante.


Por otro lado, el filme húngaro El hijo de Saúl recibió el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, un galardón al que también optaba la colombiana El abrazo de la serpiente. La cinta relata la labor del comando de prisioneros (llamados Sonderkommander) que ayudaban a los nazis en la “limpieza” tras el exterminio de judíos en Auschwitz, centrándose en la enajenación en la que lentamente se sumerge uno de ellos, empeñado en dar sepultura a un niño víctima de la cámara de gas al que insiste en reconocer como su propio hijo.



Ennio Morricone. Una victoria “a la sombra” de DiCaprio.


Ennio Morricone sosteniendo el Oscar. Fuente: Reuters



La victoria de Leonardo DiCaprio no fue la única celebrada por una legión de seguidores descontenta por la falta de reconocimiento de la Academia. El compositor Ennio Morricone fue premiado con el Oscar a la mejor banda sonora por su trabajo en Los odiosos ocho. Morricone es una auténtica leyenda dentro del séptimo arte, y su trabajo ha sido reconocido aunque no suficientemente galardonado a lo largo de su vida. En 2006 recibió el Oscar honorífico, aunque ya había sido nominado en cinco ocasiones por trabajos en películas tan icónicas como Los intocables de Eliott Ness, La misión o Días del cielo.


En 2013, Morricone realizó unas duras declaraciones contra el director de la película que este año le ha permitido alcanzar el Oscar a la mejor banda sonora. El compositor criticó el uso que hacía Tarantino de su música, “sin sentido y sin coherencia”, y que “no le daba suficiente tiempo para preparar sus composiciones”. No obstante, Morricone confesó en una entrevista reciente a Deadline, que Tarantino ya le ha pedido que participe en su próxima producción: “Le he dicho que en el futuro me gustaría tener más tiempo para preparar la banda sonora” señalaba, “Me gustaría empezar a trabajar con él mucho antes, para tener más tiempo de trabajo, y también para intercambiar más ideas con él acerca de lo que voy a anotar para la película”.


El cine es, al fin y al cabo, una actividad cultural y como tal, refleja la sociedad en que vivimos. Sin embargo, no deja de ser un negocio, regido de forma inflexible por la oferta y la demanda. El director Ridley Scott fue criticado por responder, tras emplear actores blancos como egipcios, “no puedo montar una película con este presupuesto y decir que mi actor protagonista es Mohammad tal y cual, de no sé dónde. Simplemente no me la van a financiar”. Sin embargo, igual no habría que señalarle con el dedo por decirlo sino mirarnos en un espejo como sociedad y pensar que nosotros también definimos la industria del cine. Y si no nos gusta la realidad que nos devuelve ese espejo, bueno, siempre nos quedará el Séptimo Arte.



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