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E. Higueras. "Sobredosis de arte ¿Cuánto arte moderno podemos digerir?"

Elena Higueras

El pasado mes de febrero tuvo lugar la Semana del Arte, nombre que han recibido los eventos que surgen en torno a ARCO, una de las mayores exposiciones de arte contemporáneo a nivel mundial. Enseguida nos dimos cuenta de la enorme oferta que invadió (es difícil usar otro término) la capital. ARCOmadrid, Art Madrid, Casa Leibniz, DeArte, Drawing Room,JustMad, Room Art Fair, FLECHA We are Fair… por citar las más destacadas. Varias de las ferias sólo abren el fin de semana, las inauguraciones coinciden, necesitamos comprobar los horarios de apertura para encajarlas de la mejor manera posible. Finalmente, nos preguntamos, ¿es ésta la mejor manera de exponer arte contemporáneo? ¿Para quién? ¿Para los compradores, las galerías, el público, los artistas…?


En el madrileño barrio de Lavapiés, un grupo de jóvenes artistas se han hecho estas mismas preguntas. Sobredosis es un proyecto que busca plasmar el forcejeo interno que sufre el espectador al tratar de asimilar tal cantidad de arte en tan pocos días. “Son unos once eventos en una semana”, nos cuenta Adriana M. Berges, comisaria de la exposición, mientras deambula entre los cuadros listos para ser colgados. “Me encanta el arte, y descubrir nuevos artistas, pero la agenda no permite ir a tantos eventos. Sobredosis plantea si somos capaces de digerir tal cantidad de arte”.


La Feria Internacional de Arte Contemporáneo, ARCOmadrid, celebró su primera edición en 1982, un evento que contó con obras de Picasso y Chillida. Aterriza en los medios de comunicación cada año por lo chocante y transgresor de sus obras, unidas a los elevados precios de las mismas. El año pasado, la obra que más se destacó en este campo fue un vaso de agua medio lleno, obra del cubano Wilfredo Prieto, que costaba la friolera de 20.000 €. La polémica se ha convertido en un factor imprescindible de ARCO, y según algunas voces críticas, su objetivo principal. “Cuando un artista ve la imagen de un vaso de agua como claro ejemplo de lo que es el arte contemporáneo, lo que te sale es una profunda carcajada“ nos cuenta Sata García Molinero, una de las artistas que expone en Sobredosis. “Como artista me siento ofendida rozando lo cómico, parece de los Monty Python”.


El movimiento dadaísta fue el primero en organizar una feria de arte, usando ese término de forma satírica, e incluyendo en su manifiesto un fuerte deseo de arrancar el arte de las manos de los burgueses y de su dinero. Esta estética del choque, la polémica y el absurdo ha acabado por imponerse, si bien ese objetivo de alejarse del dinero de los coleccionistas ha quedado claramente atrás.


Este año, al margen de dos performances con modelos desnudos, nada roza la polémica. Carlos Urroz, director de ARCO, dijo a los periodistas en la inauguración: “Las pieza provocativas las buscáis vosotros pero la provocación por la provocación no aporta mucho. Las galerías prefieren tener algo que aporte algo a los coleccionistas”.

El objetivo es vender. La feria está reservada dos días a compradores y profesionales antes de abrirse al público. Los coleccionistas más influyentes del mundo están invitados, y los organizadores de la feria han optado por incluir a muchos de los más jóvenes. La organización ha gastado un millón y medio de euros en agasajar a estos 250 invitados VIP. La feria cuenta con 221 galerías de 27 países distintos. Los artistas extranjeros han aumentado su presencia respecto a los años anteriores, representando el 72% del total. Esto hace que ARCO sea un buen escaparate del arte contemporáneo a nivel mundial.


Los expertos asesoran a los compradores sobre qué se lleva en el arte últimamente. Laura Tabarés critica este arte despojado de compromiso: “Como artistas, nos acabamos quedando con las tendencias, y no sé si en arte deberíamos hablar de tendencias, que está ligado a moda”. Efectivamente, los críticos anuncian que este año se llevan las esculturas y las pinturas de gran formato. Los precios empiezan en 7.000 € y alcanzan cifras millonarias. Entre los compradores no faltan los que buscan usar estas piezas como inversión.


Desde El País se pone en duda la capacidad de ARCO para mantener su éxito en un mercado artístico cada vez más saturado a nivel mundial: no quiere ser una más, pero tampoco alcanza a las más fuertes (Art Basel, en Suiza y ahora Hong Kong) ni con las más jóvenes, como la londinense Frieze.

Hace un par de meses, una encargada de la limpieza en Alemania tiró a la basura una obra de arte formada por mantas térmicas, al confundirlas con desperdicios. No es el primer caso: otros trabajos vanguardistas, incluyendo una composición con botellas de cerveza de Damien Hirst, han corrido la misma suerte. En 2015, una limpiadora del Museo Bolzano de Milán no imaginó que las botellas y confeti esparcidos por el suelo eran una obra de exposición, y los tiró pensando que eran los restos de una fiesta. Vittorio Sgarbi, uno de los principales críticos de arte de Italia, comentó que: “si ella pensaba que era basura, significa que lo era. El arte debe ser entendido por cualquiera”. Otros, sin embargo, no están de acuerdo, encajando en la idea de que el arte se dirige a “las tres Cs” : comisarios, coleccionistas y críticos.


Escuchando a los estudiantes, jóvenes artistas y blogueros prepararse para la semana del arte, recuerdan a padres en Disneyland preocupados por no dejarse ni una atracción en su recorrido: “si vamos pronto a JustMad no pillaremos cola, y a la que vamos a Room Art podemos pasar por Casa Leibniz. ¿Qué metro deja cerca de We are Fair? ¿Sabes a que hora cierran Drawing Room? ¿Has conseguido entrada para ARCO?”


Difícilmente pueden disfrutarse así las obras. “El arte el resto del año es sólo para unos pocos. Esta semana se convierte casi en una psicosis”, nos cuenta en Sobredosis Jesús García Plata. Lydia Garvín nos explica sus dibujos de personas tomando selfies, “En las ferias ocurre mucho ir por postureo. Recogí doscientas personas en fotografías y las pasé a dibujo, quedándome sólo con la persona”


Para los que quieran hacerse con una obra pero encuentren los precios de ARCO, pueden acercarse al Centro Comercial Arturo Soria Plaza, donde cada año tiene lugar FLECHA, la segunda feria más veterana de Madrid. Surgió como una alternativa a ARCO, y ha acabado por consolidarse por derecho propio, teniendo ya 25 años de recorrido. En su carta de presentación de 2016, su director Jaelius Aguirre, hermano de la ex Presidenta de la Comunidad de Madrid, proclama que en estos años aproximadamente 8 millones de personas han disfrutado de más de 14.000 obras de arte de 400 artistas.


Los precios son relativamente asequibles, empezando en torno a los 100 €, y alcanzando los 12.000€. Ofrece “un poco de todo”, pintura, fotografía, escultura. Aunque no consigue sacudirse la imagen de mercadillo para ricos, no deja de ser una manera gratuita de ver de un vistazo las tendencias del mundo del arte. Con excepción de algunas fotografías, es difícil conseguir sensación de intimidad o entendimiento con la obra. El público, una vez más, es dejado educadamente de lado para dar protagonismo a los comisarios y compradores.


Nos acercamos al Palacio de Santa Bárbara, un edificio decimonónico que alberga la segunda edición de Casa Leibniz. Esta exposición, que no feria, como puntualiza su director, supone un oasis de tranquilidad en medio de una semana que impone un frenético ritmo al público.


En su carta de presentación, explica que Casa Leibniz nace de una necesidad real de hacer un espacio habitable para disfrutar, comprender y conversar el nuevo arte”. Su director, el galerista Jacobo Fitz-James Stuart, nos acompaña en nuestra visita, e incide en este concepto. “Es una experiencia un poco más serena, más cercana a lo que es una exposición”, nos cuenta. “Es el complemento de ARCO perfecto, un lugar en el que puedas admirar la obra en su espacio”.


Otro de los objetivos de Casa Leibniz es romper la jerarquía del mercado del arte: “Este está en ARCO, por ejemplo, él no… nos da exactamente igual.Este no tiene galería”. El director de Art Basel y representantes del MOMA han pasado por Casa Leibniz, aunque Fizt-James Stuart centra su éxito en los artistas: “Esa fórmula de un espacio tiempo distinto permite que se conozca el trabajo de los artistas la gente lo agradece muchísimo. Nos pegamos unas palizas para organizarlo, pero compensa la alegría de ver lo felices que son los artistas y la gente, lo que gusta”, sonríe.

Le preguntamos también qué opina de la concentración de eventos de la Semana del Arte. “Es lo que hay. Somos muchos. Es lógico que se concentre , este mes toda la gente que has conocido en ferias extranjeras viene y puedes enseñarles todo.”, responde.


Finalmente, nosotros también nos resignamos. El mundo de las ferias de arte es puro negocio, aunque a veces podamos encontrar en él alguna pieza que encienda nuestro radar artístico. Un De Kooning se ha vendido en una subasta por la cifra récord de 27 millones de dólares, y a nadie le extraña ya que cueste más que un Rembrandt o un Da Vinci. A algunos nos indigna, sí, pero ya no nos sorprende.


¿Qué premia el arte contemporáneo? ¿El talento, la polémica, la originalidad? Al final triunfa la ley de la oferta y la demanda, y si alguien quiere pagar cifras astronómicas por un vaso de agua, está en su derecho a hacerlo. Sin embargo, empieza a convertirse en nuestro problema cuando los museos públicos, como el Reina Sofía, también compran en este tipo de ferias. Este año, el museo ha adquirido 19 obras de 10 artistas por un valor de casi 400.000 euros de los que 250.000 han sido aportación del Ministerio de Educación Cultura y Deporte.






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