G. Santacruz. ''Reconsideración de John Keats''
Guillem Santacruz Gómez
Estudiante de dramaturgia en el Institut del Teatre de Barcelona. Poeta y escritor.
El cementerio protestante de Roma está situado en un rincón bastante sucio de la ciudad. Hay que coger el metro para llegar hasta él. En concreto, montarse en la línea B, y bajarse en la parada de Pirámide. La razón del nombre es que justo al lado se encuentra la Pirámide Cestia, sepulcro de un antiguo magistrado del imperio. Ciertamente, los mapas del metro no destacan por su ingenio. Pero lo importante es que a la sombra de esa pirámide se encuentra la tumba del valiente poeta inglés John Keats. Enfermo de tuberculosis, el médico le recomendó abandonar las frías temperaturas de Inglaterra e instalarse en algún lugar en que el tiempo fuera más favorable para su maltrecha salud. La muerte, sin embargo, viajó con él y se lo acabó llevando aún más lejos. Murió en 1821 a la edad de 26 años en Roma.
Su producción literaria se concentra en cinco años: desde finales de 1814 cuando escribe sus primeros poemas hasta 1820; el último año de su vida se encontraba demasiado tuberculoso como para escribir. John Keats había pedido diez años para escribir su obra. A pesar de solo haber contado con la mitad del tiempo que él reclamaba para coronarse con los laureles de la poesía (hojas secas y frescas), sus sonetos, odas y composiciones míticas configuran a un poeta con mayúsculas. Un lugar común para la mayoría de críticos ha consistido en señalar las "carencias" de algunas de sus obras. Por mucho que puedan parecer rebuscadas y arbitrarias, sí que es cierto que las composiciones de Keats no son perfectas, como las de ningún poeta. En cualquier caso, es ridículo que la discusión sobre Keats se centre en meros errores formales.
Sin embargo, detengámonos en este punto por un momento. Un poeta, da igual si nació hace siete milenios o publicó su primer poemario el año pasado, tiene dos obligaciones, a saber, la primera es conocer las reglas básicas de la retórica (si no sabe diferenciar entre antítesis y oxímoron, por ejemplo, es que es un aficionado, no un poeta); la segunda, intentar que sus textos conmocionen al lector y al oyente. El poeta solo existe en el equilibrio entre ambas obligaciones (y digo obligación porque la poesía es algo extremadamente serio: al poeta le va la vida en la poesía). En los extremos habitan los farsantes. Una obcecación con la retórica hace olvidar la emoción: uno podría escribir en verso las instrucciones de uso de un electrodoméstico. Y concentrarse exclusivamente en la emoción es la excusa perfecta para los que solo buscan retweets. En realidad, se trata de buscar un equilibrio entre forma y contenido. No agobiar al lector con malabarismos formales, pero tampoco tomarle el pelo con cualquier frase que suene medianamente bien. Por supuesto, no hay que exigir al poeta que sea un sabio del arte de la retórica, pero mostrar un mínimo de interés y voluntad no está de más. En cualquier caso, solo hay tres opciones: o se es poeta, o trilero, o escritor de manual de instrucciones para lavadoras.
John Keats era poeta. Puede que cometiera errores formales, pero ni son tantos ni son tan graves. Mucho más recomendable para el interesado en poesía sería centrarse en la emoción que provocan sus composiciones. ¿Y qué es lo que dicen los estudiosos a este respecto? Bueno, primero establecen lo obvio, la idea de la negative capability y la prominencia de la Belleza en sus composiciones, y las consecuencias de ello. Pero esto no tiene demasiado mérito: cualquiera que lea a Keats es capaz de averiguarlo por sí mismo. El siguiente paso que realizan los eruditos es establecer las causas que lo llevaron a pensar y sentir de esta forma. Para ello, establecen el "tipo de poeta" que es John Keats. Y el acuerdo no podría ser más general: John Keats fue un poeta ingenuo, si algo lo define es su naïveté. Argumentan que si John Keats practicó una poesía pura centrada en lo bello fue para escapar de su realidad circundante, y que por lo tanto eso lo convierte en una especie de ser elevado e ingenuo.
Pasando por alto los risibles esfuerzos por establecer un "tipo de poeta", es sorprendente la visión que se tiene de John Keats como alguien angelical, ingenuo, inofensivo, casi una víctima inocente del sistema que, pobre, escribía poemas porque no podía hacer otra cosa. En pocas palabras: un ser pasivo.
Es cierto: John Keats al escribir aspiraba a la belleza, pero el que en sus mejores poemas no aparezcan referencias a la realidad histórica no significa que escapara de ella. Todo lo contrario: John Keats creaba la realidad, la inventaba, se la imaginaba, a través de la poesía y la Belleza. Propone lo bello como alternativa a la dictadura de la ciencia, la razón y los excesos dionisiacos. La belleza como estado físico y espiritual en que lo perturbador es absorbido y transformado en Bien, es decir, la belleza como opción moral: perseguir lo bello porque es la mejor manera de vivir la vida. Vivir en el misterio, la vitalidad y el amor. Vivir en el sentido más arriesgado, tranquilizador y bello del verbo: la vida como una constante modificación activa de la realidad a través de la poesía y de la autocreación de uno mismo como poeta.
Ello tenía que comportar la revelación de la Verdad. Pero en un poema lo verdadero es lo subjetivo, por lo que no habrá más verdad que la que uno quiera crear y creerse. Por supuesto, no todo puede ser verdad, solamente lo bello, que ya hemos visto que se caracteriza por ser vital, activo y peligroso. Estas son también las cualidades del poeta y del poema más deseables.
Por otra parte, una de las cualidades de John Keats es la nostalgia. Una vez más nos chocamos con la visión estereotipada del poeta inglés. Ésta entiende la nostalgia como desconsuelo, y consecuentemente nos imaginamos a John Keats como alguien débil y aletargado, que se apoya en el hueco de una ventana y mira la inmensidad de los campos ingleses mientras suelta profundos suspiros a lo que fue y ya no es. Pero la nostalgia es una metralleta que agujerea la realidad para que pase la luz natural del sol y se renueve el aire, la nostalgia es una actitud valiente con la vida. Si el poeta es nostálgico es para propiciar la creación de la realidad, la nostalgia es la voluntad y la actitud necesarias para imaginar la realidad, para crear sus imágenes y así llegar a la esencia de nuestras opiniones y sentimientos. Vista así, la nostalgia sería una de las facetas de la belleza y tendría sus mismas características de vitalidad, misterio y peligro.
Llegados a éste punto, la pregunta obligada es la siguiente: ¿qué fue lo más bello en la vida de John Keats? La mujer de la que se enamoró: Fanny Brawne. Ella es el elemento central de toda su obra. Ella fue la persona por la que escribió, por la que fue poeta, por la que clavó los dientes y las uñas en el tablón de la vida antes de hundirse en las profundidades del océano de la muerte. Fanny Brawne dio a John Keats una intuición de lo que debía ser la belleza, la poesía, un poema y un poeta y esto no era nada más que el (vano) intento de compararse a Fanny Brawne. Me resulta mágico que después de este combativo intento por reconsiderar a John Keats como un poeta valiente (que no excesivo), lleguemos a la conclusión que lo más importante para un poeta es enamorarse. Y por supuesto, el amor es dolor, distancia, silencio, recuerdo, sexualidad, reír, alegría y un montón de cosas más que se me escapan porque lo único que sé hacer es escribir poemas. El amor, siendo la Belleza una de las maneras de expresarlo poéticamente, es la esencia de la poesía y el poeta para John Keats. Así de simple y así de complicado.
Permitidme un apunte más. El día 1 de julio de 1819 John Keats le escribía en una carta a Fanny Brawne lo siguiente: "I almost wish we were butterflies and liv'd but three summer days- three such days with you I could fill with more delight than fifty common years could ever contain. Though I could centre my Happiness in you, I cannot expect to engross your heart so entirely- indeed if I thought you felt as much for me as I do for you at this moment I do not think Y could restrain myself from seeing you again tomorrow for the delight of one embrace. But no- I must love upon hope and Chance." Y en su siguiente carta el 8 de julio añadía: "Even when I am not thinking of you I receive your influence.".
John Keats y Fanny Brawne en la película Bright Star (2009)
¿Os dais cuenta? John Keats amaba tanto a Fanny Brawne que hasta se puso a escribir poemas.