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M. A. Rodrigues Ribeiro. "La lucha por el placer"

María Augusta Rodrigues Ribeiro

Doctoranda en Estudios Interdisciplinares de Genero

(Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, IUEM; UAM)


Para las mujeres de mi generación –los ochenta- es un poco más complejo tomar una decisión con respecto a la maternidad. Nosotras hemos sido un poco más sujetos de poder, y hemos podido tomar algunas decisiones sobre nuestros cuerpos: se estima que entre el 25% y el 30% de las mujeres nacidas en España en el quinquenio 1976-1980 no tendrán hijos [1] y las cifras disponibles indican que un 10% de las europeas con una edad comprendida entre los 20 y los 39 deciden no tener hijos [2]. Cierto es que nuestras elecciones tampoco han sido libres del todo: por un lado la presión social por la maternidad no cesa, por otro el entorno actual no resulta muy atractivo… Tener una maternidad satisfactoria en estas condiciones -económicas, sociales, políticas– parece bastante complicado. Tampoco ha sido un derecho repartido entre todas por igual... pero sin duda, es mucho más de lo que tuvieron nuestras madres, cuya realización personal pasaba forzosamente por la maternidad, y mucho más de lo que tienen hoy otras mujeres en sociedades mucho más precarias que la nuestra.


Esto ha sido posible gracias a una intensa lucha feminista en la que muchas personas han tenido que romper tabúes e ir más allá de lo evidente, a veces con altos costos personales.


Gracias a estas antisistema, hoy nuestros derechos son reconocidos: el derecho a la salud materna, el derecho a no ser madres, el derecho al aborto. Sin embargo, en lo relativo al derecho al placer, ha habido un gran silencio. Pese a ser reconocido, ha sido muy poco trabajado. Para ser más precisos, el silencio se ha cernido sobre el placer sexual femenino no falocéntrico. Tenemos un útero, tenemos un clítoris, tenemos ciclos hormonales mensuales y tenemos estadios sexuales propios de nuestro sexo y de nuestro género: el embarazo es nuestro, el parto es nuestro, el puerperio es nuestro, el aborto es nuestro…


Escultura “La Maternidad” (1973), Rodrigo Peñalba, Sala Armando Morales, Museo Nacional de Nicaragua.


Una pérdida gestacional siempre es dolorosa, pero lo es mucho más cuando te quitan el derecho a parir (una vez más) a tu bebé: interrumpen un estadio sexual, te abren, te arrancan tu bebé y te lo quitan… Te quitan la paz que supone despedirte del que habitó dentro de ti, te quitan el poder de saber que tu cuerpo es capaz de parir, te quitan la posibilidad de vivir una pérdida gestacional sabiamente, sin violencia.


También, cuando unánimemente nos inducen a tomar pastillas anticonceptivas, nos roban la capacidad para autogestionar nuestra fertilidad. De repente, las mujeres –la mayoría desde muy jóvenes- dejamos de ovular y producir moco cervical, que es la señal inequívoca de que estamos en el periodo fértil de nuestro ciclo reproductivo. Sin la posibilidad de descubrir en qué fase del ciclo estamos, perdemos el conocimiento sobre nuestro propio cuerpo. Sin ciclo reproductivo, pasamos a estar sexualmente disponibles siempre. Muy útil en una sociedad donde el poder es cosa de hombres, donde el deseo masculino debe primar por encima de las necesidades y apetencias de las mujeres.


Nos quitan nuestros cuerpos.


Cuando las mujeres avanzamos en el autoconocimiento de nuestros cuerpos y de nuestras pulsiones, ahí regresan las voces del feminismo igualitario, a lo inmediato, aplastantes, a prevenirnos: quieren que os quedéis en vuestras casas, quieren que volváis a la edad de piedra, quieren poneros en riesgo, quieren que renunciéis a vuestra independencia económica…


No gracias… Ya hemos superado la edad de la ignorancia. No necesitamos que nadie nos salve, ni tutele nuestros derechos… Somos feministas con voces y pensamiento autónomos, formadas en el feminismo e incansables –con gran deleite- voces críticas de lo socialmente establecido pues entendemos que nosotras, innegablemente, también somos producto de aquello contra lo que luchamos: estamos socializadas en el heteropatriarcado, sujetas a su poder y ansiosas por superar el estado de sumisión inconsciente. A nosotras no nos van a hacer callar.


Para las demás, donde quiera que sea que estén, su curiosidad las va llevando poco a poco a descubrir las maternidades y sexualidades subversivas. Para muchas mujeres, todavía es imposible abordar estos temas en su entorno íntimo, cuanto más en el espacio público. Sin embargo, a través de internet, somos anónimas. Si la cultura mainstream y la ciencia oficial no nos dan cabida, internet es lo suficientemente libre, amplio y acogedor como para que podamos contactar con otras mujeres, abordar nuestras dudas y colmar nuestra curiosidad: “¿esto que estoy sintiendo también te ha pasado a ti?”. Escuchar que es posible un parto orgásmico cuando por todos lados te previenen contra el dolor del parto genera una gran incredulidad, es cierto, pero cuando menos te hace pensar: ¿Y si pudiera ser cierto?, ¿qué lo haría posible? Obvio, todas las que nos decidimos por la maternidad queremos un parto agradable. Cómo no abrir los oídos a los “cantos de sirena” del parto orgásmico...


Playa de Casares, por conectadxs


No podremos disfrutar de nuestra sexualidad si seguimos permitiendo que ésta sea gestionada por las instituciones (sociales, políticas…) y si nos empeñamos en vivirla desde lo masculino.


Hoy parece que cada vez más las mujeres empezamos a reclamar la completa autonomía de nuestros cuerpos. Lactancias a demanda y lactancias prolongadas, partos respetuosos y partos orgásmicos, embarazos placenteros, sexualidades no falocéntricas en el puerperio, abortos con manejo expectante, autogestión de la fertilidad… ¿Por qué estas prácticas generan tanto rechazo social? ¿Por qué son tan tabú? ¿Por qué no son asumidas enérgicamente por el feminismo, movimiento abanderado en la lucha por la autonomía de nuestros cuerpos?


¿Por qué? Pues porque es ahí precisamente donde radica el gran problema: nuestro cuerpo no es nuestro, sino que sirve al heteropatriarcado. Y en este orden de cosas, nuestros hijos no son ya nuestros tampoco. ¿Qué mejor manera de asegurarse la provisión de sujetos para el sistema heteropatriarcal que empujándonos hacia la maternidad y al mismo tiempo haciéndonos odiarla? Desde lo cultural y desde lo material –el cuerpo- nos agrían la maternidad y merman el vínculo materno-filial. La socialización de nuestros hijos pasa cada vez más por las instituciones heteropatriarcales. La muerte de la madre, en fin, al fin. Discúlpennos si llegados a este punto, nos despertamos.

 

[1] Albert Esteve, A. D. Daniel Devolder (2016). La infecundidad en España: tic-tac, tic-tac, tic-tac!!! Perspectives Demogràfiques, 1, 1–4.


[2] Hakim, C. (2005). Childlessness in Europe. ESRC Full Research Report: RES-000-23-0074. Swindon: Economic and Social Research Council


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