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A. Toribio. "Nuevas apariciones, renovados contextos: tratamiento del feminismo en la literatur

Andrea Toribio

Estudiante del Máster en Literaturas Hispánicas: Arte, Historia y Sociedad (UAM)

Los niños de tres años entienden muchas cosas; quizá es que su cerebro está aterradoramente entrenado y expectante, después de haber pasado por el trauma de la adquisición de la lengua materna y de haber iniciado el proceso de construcción de un rudimentario aparato conceptual. Una mesa es una mesa, una madre es una madre, Corina es demasiado alta para ser niña, mi cuchara es mi cuchara, las inyecciones duelen pero curan. Objetos, vínculos, deberes maternales, sentido de la pertinencia, de la propiedad y de la posesión, relaciones de causa-efecto.


La lección de anatomía, Marta Sanz, (Anagrama, 2014).

En las líneas que siguen, trataré de realizar un breve acercamiento al mapa literario que impera actualmente en España, en relación a la narrativa escrita por mujeres, y las nuevas dinámicas y políticas que han surgido en este renovado escenario. Para ello, me serviré de la figura representativa de la novelista y poeta Marta Sanz (Madrid, 1967), y de su novela La lección de anatomía, publicada en 2008. Ésta gozó de una nueva edición en el año 2014, también a cargo de la editorial que la publicó, Anagrama.


Fuente: Anagrama



La aparición de multitud de textos escritos por mujeres en la última década, ha desestabilizado los mecanismos y la normativa de la crítica literaria más convencional. Debido a la naturaleza o carácter, según ésta, inclasificable de los mismos, se opta, en ocasiones, por asignar etiquetas que en nada se ajustan a la realidad de lo que se narra. Me refiero precisamente a las atribuciones artificiales, tan de ceremonia, como «escritura de mujeres», «feministas», «literatura femenina» o «textos femeninos». Pese a que el problema ha cobrado una significación más relevante hoy en día, por poseer una mayor visibilidad, el conflicto viene ya de antiguo. Escritoras como las catalanas Carmen Laforet y Mercé Rodoreda, la madrileña Mercedes Soriano o la salmantina Carmen Martín Gaite quisieron, en su momento, ser agrupadas también desde estas categorías que comentamos. Por ello, la libertad que perseguían a través de la escritura sufrió una indiferencia doble. Sus discursos fueron sepultados y, con ello, mermó la comunicación con el lector. Este testigo fue recuperado por un grupo de escritoras a mediados de los años 90, lectoras de las autoras mencionadas, del que participó activamente Marta Sanz. Con la publicación en 1995 de su novela El frío, junto a la obra de otra autora, Belén Gopegui dos años antes, La escala de los mapas (1993), se advirtió un cambio en el paradigma. Los textos dejaron de reducirse a una opinión única, y los espacios que evocaban las novelas empezaron a pensarse de nuevo.


A estos efectos, la novela de Marta Sanz, La lección de anatomía, expone hábilmente las nuevas reglas del juego. Rechaza cualquier tipo de mérito ajeno y presenta el territorio idóneo para el encuentro de la escritura con su posterior interpretación: el cuerpo. De esta manera, incluso ya desde el título, se consigue crear una llamada de atención sobre aquellos aspectos, relacionados con discursos concretos, que la crítica desestimó. Estos discursos, que no eran más que la reapertura de conversaciones incompletas, proceden, precisamente, del espacio citado. La maternidad, el amor, lo cotidiano, el paso del tiempo y las decisiones importantes invadieron, quién sabe si para siempre, la palabra. Las categorías de las que hablábamos anteriormente –en relación a la narrativa escrita por mujeres– se ven sustituidas. Las etiquetas antiguas dejan de tener un sentido propio. De este modo, se desvincula la voz de las mujeres en Literatura del disfraz que tan sólo les permitía referirse con poca soltura a los acontecimientos que observaban y sobre los que deseaban escribir. El golpe sobre la mesa que supone la aparición de esta novela sobre el panorama literario nos acerca a un lenguaje que prescinde de eufemismos y tabúes: el de los objetos. El extremo cuidado con el que, hasta aquel momento, trató la crítica a estos textos, se ve súbitamente derrotado. La soledad se ve sustituida por aprender a atarse los cordones, el saberse autónomo por leer la hora en el reloj correctamente o la imagen que desconocemos de nosotros mismos a cambio de nuestro reflejo en el espejo de un pub.



El feminismo no es ya «una mujer hablando sobre temas interiores». El feminismo no es «avanzar al lector que va a hablarse sobre feminismo en el texto que va a leer». Nos encontramos –desde hace algún tiempo– ante un significativo poder de convocatoria. Un feminismo coherente, parejo de un marco teórico que remite a otros textos, como en el caso de Marta Sanz a la activista y poeta norteamericana Adrienne Rich (1929-2012). Es, también, considerado un acontecimiento político que plantea un nuevo cauce para el diálogo. El cuerpo, es decir, el texto es ahora un terreno político, sin duda. Para ello, se excluye la visión paternalista de cierta crítica, y se vuelve sobre aquel «oscuro mundo» (o la realidad), que dijese la escritora italiana Natalia Ginzburg en su novela Y eso fue lo que pasó (Acantilado, 2016), en el que re-situarnos «tocando las paredes y los objetos para orientarse».

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