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A. Rico. "El velo en Occidente: ¿Opresión o Liberación?"

Alejandro Rico Freeman




La verdad es que siempre me ha sorprendido lo mucho que puede dar que hablar un trozo de tela y, sobre todo, la rabia y desprecio que desprenden habitualmente sus detractores en el mundo occidental. También me sorprende que sean mayoritariamente hombres los que con mayor exaltación opinan sobre su uso -aunque yo al menos no he visto nunca a un hombre con velo. Curiosamente, son estos mismos hombres que hablan con tanta autoridad sobre el tema –ya sea apoyados en la barra del bar o en una tertulia televisiva, donde por supuesto no hay ninguna mujer y menos aún una portadora de velo- los que frecuentemente no saben diferenciar entre un “hiyab” y un “burka” o afirman sin ningún pudor que es un invento de propaganda islamista. Pero vaya, por lo demás son expertos en el tema.


Siempre me han sorprendido estos hechos, pero cada vez me sorprendo menos cuando escucho a Esperanza Aguirre reclamar el “Día sin Velo para las mujeres musulmanas” o a un tertuliano decir que es un método de adoctrinamiento para convertir a Occidente al Islam. Cada vez me sorprendo menos ante estas faltas de respeto hacia una cultura porque cada vez entiendo más de dónde vienen y hacia dónde van. Cada vez entiendo mejor por qué esa rabia y ese desprecio, por qué esa autoridad con la que se habla sobre el tema, por qué son hombres los que opinan mayoritariamente. Y cada vez entiendo mejor que no se trata del velo en sí, sino de lo que simboliza para la sociedad –léase el hombre- occidental.


A todos esos tertulianos y “grandes pensadores” de barra de bar lo que les importa no es que sea una prenda impuesta a las mujeres ni que en algunos casos –escasos, por cierto- las jóvenes se vean obligadas a ponerse el velo por obligación, ya sea por presión social o familiar. Lo que realmente les preocupa -de hecho, les produce pavor y por ello recurren a los insultos y a los menosprecios- es que desafía el control de una sociedad patriarcal sobre las mujeres, sobre lo que deben vestir y sobre lo que supone que una mujer sea “libre”. Es decir, el velo, al provenir de otra sociedad –aunque patriarcal también- se configura como un elemento externo y, por tanto, amenazante que les hace perder el control sobre un discurso cuyo principal objetivo es regular a la mujer.


Es obvio que esto no se puede decir abiertamente en una sociedad en la que más del 50% son mujeres y es por ello que se utilizan argumentos como que es una imposición o que va en contra de los derechos de las mujeres, para así parecer que lo que les preocupa es el bienestar de éstas. Pero, si realmente lo que les preocupan son los derechos y la libertad de las mujeres, ¿por qué no protestan ante la constante y creciente cosificación de los cuerpos femeninos en todos los ámbitos de la vida social? ¿Por qué no protestan ante la presión social de tener “un cuerpo perfecto”, la talla 38? ¿Por qué no protestan ante la imposición de las faldas cada vez más cortas y los escotes más amplios? ¿Por qué no protestan ante la presión de tener que depilarse?


No protestan sencillamente porque sobre esto ellos sí que han decidido, porque han sido ellos los que han querido que así sea. Sin embargo, aparece un trozo de tela que tapa el cuello y el cabello y es una barbaridad inconcebible. ¿Por qué? No por el hecho de que tape el cuello y el cabello en sí, sino por el hecho de que no han sido ellos los que han decidido que así sea, porque desafía un modelo de cosificación del cuerpo femenino, su modelo de cosificación.

Muchos creerán que esto son todo pamplinas y teorías de la conspiración, pero reflexionemos. Si sinceramente, de corazón, nuestra mayor preocupación es el bienestar de las mujeres y, por consiguiente, su libertad; ¿no sería mejor dejar que las mujeres por sí mismas decidan? ¿no sería mejor que cada mujer fuera libre de decidir si quiere ponerse un velo, si quiere ponerse una falda, si quiere ponerse un traje? ¿no sería mejor que dejáramos que cada una tomara su decisión ya fuera por motivos religiosos, estéticos, culturales o personales? Y también pensemos, ¿acaso existe alguna diferencia entre que una mujer se tape con un velo y otra que deje al descubierto la mayor parte de su cuerpo si en ambos casos se hace por obligación o por culpa de la presión social? ¿acaso no estamos tratando el mismo problema en ambos casos; esto es, la obligación y la presión?

Reflexionen sobre esto y díganme si de verdad la solución es despreciar y antagonizar, díganme si de verdad la solución es penalizar y prohibir. Díganme si no sería mejor acercarse, escuchar, intentar entender; díganme que no sería mejor normalizar y respetar. Díganme, en definitiva, si no sería mejor dejar que sean las mujeres las que decidan cómo quieren vestirse y respetar esta decisión individual. Porque, señores y señoras, no hay mayor libertad que la que te permite elegir.

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